miércoles, marzo 30, 2005

TODAS LAS SOLEDADES

Todas las soledades se parecen.
Todas son costras de una máquina
tiznada de bisagras y de nervaduras.
Todas mueven su compás de campana
en las horas obligadas
de un sermón interno.

Todas las soledades van despacio,
atrapadas de musgo, solidarias
tras la huella de un caracol apresurado.

Todas la soledades
despiertan temprano y se persignan,
se lavan la cabeza y las axilas
y abren hasta el límite
su irritada pupila de testigo.

Así es que sobreviven:
Amarillas,
pendientes de la muerte
y de la vida

Todas la soledades son vigilia
son búsqueda en un mar
en una orilla
en un mirar
en una alcantarilla
donde se espuma
el desazón
y se fraguan las rencillas.

Todas las soledades son
aroma de viejas pesadillas;
fin de obsolescencias
derogación de los cómplices.

Son pues, las soledades,
absoluciones y conjuros
que van negando validez
a los deseos
y hostigan los privilegios fáciles
de los enamorados.

Todas las soledades son
propiedad privada y canto general
sobre una imagen
que yace inalterada
cuando la cintura se ha ido.

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