lunes, noviembre 01, 2010

LA IMPORTANCIA DE SER LA REINA
(de África)
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__No, mi amigo, no soy quien aparece en la foto de este viejo blog. Es Humphrey Bogart, el actor que posa para una mala cámara. La foto no es, con mucho, la mejor del actor que inmortalizó Casablanca. Pero es la que está ahí, en la esquina de la página, invitando a las nuevas generaciones a preguntarse quién es el tipo. Y, claro, quién se supone que soy yo.
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___Pero inmortal es una palabra demasiado grande. Entre las heterotopías del presente, extraigo algunos recuerdos de Bogart con fines estrictamente curativos. Algunos lo recordarán flotando sobre una nube de insectos y de humedades, jugando con las pestañas del timón bajo la suciedad de su gorra de capitán. La Reina de África (La Reina África, traducen otros), no es Katherine Hepburn, quien encarna a una misionera desorientada del norte de Inglaterra. No, es la vieja barca que ha llegado a los linderos del lago Victoria por ventura de no sé quién.
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___Houston desafió las convenciones y se largó con su grupo de aventureros cinematógrafos al Congo, ponía a prueba su sistema gastrointestinal (y el de sus acompañantes) en lo más desafiante de la selva centroafricana. Lo hacía porque Hollywood entonces necesitaba epopeyas grandiosas y porque le aburrían las comedias musicales. La Reina de África fue una de esas epopeyas. Bogart era su fianza y su garantía.
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___El relato presenta, como en Casablanca, sucesos que ocurren en espacios apartadísimos del epicentro de la historia Occidental. África Central, la Primera Guerra Mundial; los alemanes haciendo valer su predominio en las codiciadas colonias septentrionales. Bogart y Hepburn caracterizando a dos seres contradictorios que son algo más que lo aparente. La misionera asustadiza contrasta con el recio Charlie Allnut cuya máscara de hierro parece resquebrajarse en medio de un teatro que los rebasa.
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___John Houston era, en muchos sentido, muy parecido a José Revueltas y, por qué no, a William Faulkner. Ninguno se conformaba con narrar una historia sin explorar (y no pocas veces explotar hasta la médula) los perfiles humanos de sus personajes. El resultado: una obra maestra que trasciende el tiempo, las modas y el discurso cinematográfico. Y ahí radica, posiblemente, el enorme mérito del director. Jamás se rodeaba de actores que estuviesen plenamente probados. Bogart, hasta su muerte, fue uno de sus favoritos.
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___Así, pues, me conformo con parecer un émulo de Houston.
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