viernes, mayo 28, 2004

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JESÚS LI CECILIO IN MEMORIAM

Buena parte del relajo que existe actualmente en Hermosillo en torno a la ópera se lo debemos a una persona que ya no está entre nosotros. Se ha ido dejando el eco de sus notas sobreagudas entre las elevadas paredes del Museo y Biblioteca de la Universidad donde plantó su atalaya. En los pasillos se respira aún el humo de sus cigarrillos y un acento caribeño sube y baja por las escaleras hasta detenerse en el umbral del quinto piso. Desde los ventanales de su cuartel una espléndida panorámica de la ciudad se dibuja hasta perderse por las tardes en un horizonte morado y naranja, una vista tan amplia como sus sueños de construir un exclusivo Teatro de la Ópera. Tenía ya los planos de su proyecto e incluso había contemplado algunos terrenos para llevarlo a cabo.

Habiendo estudiado en la Escala de Milán, no fueron pocos los teatros europeos, especialmente los de Europa Oriental, donde desplegó sus dotes vocales e histriónicas. Luego del gran éxito que logró en el Teatro de la Ópera de París, sustituyendo a José Carreras, se vio imposibilitado para abandonar su isla natal por razones que no son claras del todo. Fue una invitación institucional de México lo que le permitió salir de su país nuevamente.

Es Jesús Li Cecilio, cubano de nacimiento. El 25 de mayo pasado celebramos su cuarto aniversario luctuoso cantando una misa en una parroquia de la colonia Pitic donde reposan sus cenizas. Muchos de sus alumnos estuvieron presentes y entonaron el himno que Verdi compuso bajo las líneas de Va pensiero... (Vuela el pensamiento sobre sus alas doradas) y que Li enseñaba gustoso.

No volví a verlo, excepto cuando lo conocí en febrero de 2000, encima del escenario, interpretando el rol de Alfredo en La Traviata de Guisseppe Verdi, acompañado del Coro Universitario que él mismo había recogido de un rincón olvidado cuatro años antes. Fueron dos funciones a reventar en el Auditorio Cívico del Estado, en esta entidad a la que José Vasconcelos se refería como el lugar "donde termina la cultura y comienza la carne asada".

En mayo de ese año ocurrió un accidente fatal. Un incendio casero lo sorprendió dormido y ya no despertó. Sus hijos se salvaron de milagro. Su esposa Marybel Ferrales había viajado a la ciudad de Guadalajara a audicionar para un papel protagónico en el Teatro Degollado. Allá recibió la noticia.

Pese a la adversidad, la maestra Ferrales tomó el coro en sus manos y sobreponiéndose a la tragedia supo montar un par de óperas en los años subsecuentes, quedando por estrenar una más en octubre próximo. El legado de Jesús Li cuenta entre sus méritos el haber dotado de una cantera de nuevos y jóvenes cantantes al estado, así como la fundación de la Licenciatura de Música en la Universidad de Sonora.

Este martes lo recordamos cantando aquellas obras religiosas que Li solía cantar y, desde luego, que disfrutaba enseñar.

Descanse en paz Jesús Li Cecilio, a quien en su momento apodaban en Cuba "el tenor de la Revolución".

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