domingo, mayo 15, 2011

EL OFICIO SIN FIN DE LA BREVEDAD

(Apuntes para un ensayo anómalo)
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___El epígrafe, la frase célebre, el epitafio, el refrán y otras formas textuales contundentes han encontrado en la brevedad su modus operandi.

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___Recuerdo la frase que pronunciara en su vejez, lejos ya del momento de gloria en que anotara dos goles por Inglaterra en la final del Mundial del 66, el delantero Geoffrey Hurst: "Mi dinero lo gasté en alcohol y en mujeres... el resto lo despilfarré".

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___Brevedad contundente podría ser una definición para la frase corta bien lograda, para el pensamiento expresado con destreza en unas cuantas palabras. Esta modalidad exige furtivamente de la reflexión más que de la memoria y por ello se graba con la obstinación de un eco.

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___"Es preferible permanecer callado y parecer tonto que hablar y demostrarlo". Lapidario proverbio que puede astillar los dientes a los fanfarrones. Lo dijo Confucio en una reunión de sabios.

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___Recuerdo un epitafio que captó mi atención instantáneamente: "Muchas veces deseó morir hasta que se casó". En su dolorosa ambigüedad, la frase parece carcomer el entendimiento y se filtra al chip como una humedad discreta.

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___La minificción toma prestado de la brevedad y el cuento. En su angustioso deseo por llegar al fin de manera apropiada, tiende a convertirse en una perfecta eyaculación precoz, si ésta fuera digna de portar ese adjetivo.

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___La verdad y la verosimilitud suelen compartir el mismo disfraz. A los ojos del lector ambas suelen ofrecer una engañosa certidumbre, especialmente si se ofrecen en mínimas dosis.
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