lunes, octubre 25, 2010

SOLIPSISMOS
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___Acabo de percatarme de que ya estamos en octubre. Me lo dijo la luna anoche en su muda conversación de luz. Sobre el cerro de la Campana, decantada tras un rebaño de nubes, asomó el rostro sonriente. Yo conducía por el camino que lleva al parque de la Sauceda metido en las reflexiones propias del domingo, es decir, no pensaba en nada. Fue entonces cuando la luna me llamó.
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___En su parsimonia, los astros tienden a aconsejarme. No suelen hablar conmigo de predicciones funestas ni de cosas del horóscopo. Generalmente abordan temas filosóficos que guardan relación con la pequeñez de los humanos, con los conceptos de finitud y eternidad. Algo hay en ellos que me embarga de resignada impotencia.
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___Es octubre, pues. De acuerdo. ¿Qué sigue?
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sábado, octubre 09, 2010

DE LAS RECURRENCIAS IMPRECISAS
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___De continuar escribiendo con la desafortunada frecuencia que me asiste, terminaré convirtiéndome en un enfisema o en una gripe asiática: en una enfermedad malograda. Porque, amigo lector, nada más decepcionante que la historia de las enfermedades humanas, las eternas perdedoras; las rudas de la película que terminan perdiendo en un ring de lucha libre donde parecieran estar condenadas al fracaso por antonomasia.
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___Dirás a tu favor, amante de las inútiles polémicas, que estas aseveraciones son sesgadas, que las enfermedades más conspicuas han cobrado millones de víctimas y que nadie, absolutamente nadie puede proscribirlas, incluso ni las vacunas.
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___Al respecto argumentaré un par de cosas. Somos ingenuos frente a los agentes productores de enfermedades. Somos soberbios ante la vocación perenne de los males del cuerpo.
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___Nuestros mejores hombres combaten la epidemia y sus galaxias; la encapsulan, la reducen a estructuras predecibles de comportamiento y cantan victoria en bélicas euforias farmacéuticas.
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___Pero la enfermedad persiste. Lo hace desde nuestros frágiles huesos que se duelen; desde nuestra vulnerable corteza cerebral adolorida o nuestros músculos acalambrados por el uso.
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___A la recurrecia necia de los virus, a la impertinencia de bacterias indeseables, a las malformaciones genéticas de nuestros males, escribiré una oda silenciosa, un himno clandestino y desechable, donde proclamen nuestros genes su pequeñez intrínseca, su mórbido destino funerario.
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