martes, noviembre 15, 2011

GANÓ PAQUIAO, PERDIÓ PAQUIAO
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___Por qué razón ignoré los parámetros éticos autoimpuestos en materia deportiva es algo que dejo a los investigadores de la psiqué humana. Desde que Mike Tyson, motivado tal vez por la hambruna a que son sometido los pugilistas para no presentar problemas con la báscula antes de sus combates, inmortalizó un combate a fuerza de mordiscos de oreja contra su adversario, mi confianza en el boxeo profesional terminó siendo arrojada al mar.
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___Había sido testigo de sospechosos desatinos de jueces del cuadrilátero en diversas ocasiones; había observado a multitud de boxeadores deslizarse por el tobogán de las categorías; incluso observé con asiduidad la consolidación de Las Vegas, Nevada como "capital del boxeo". Pero jamás pensé que la premonición que se me reveló en el episodio de canibalismo de Tyson fuere a presentar avatares tan vergonzosos como la del sábado 12 de noviembre de 2011 en el consorcio Grand MGM.
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___¿Cómo fui capaz de reincidir en el enfermizo sopor de la publicidad televisiva? ¿cómo pude olvidar las promesas que hice ante un altar de no volver a dar crédito al manoseado boxea profesional?
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___Algo debe haber de salvaje autodestrucción, de violencia genética en nuestros cromosomas, de cinismo bucólico en los usos y costumbres de nuestra generación como para echar por la borda todo razonamiento filosófico y ético, como para volver a hundir el rostro en el vómito de la ingenuidad.
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___No hablaré de la rechifla que invadió la arena en el momento en que los jueces se convirtieron en Judas; tampoco de la indignación que incendió a todos los comentaristas mexicanos y extranjeros, sin distinción de sellos televisivos. Me concentraré en la desangelada figura del monigotito de Paquiao y en la zozobra que sacudió el rostro de su esposa al término del encuentro.
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___Ver a Manny Paquiao hincado contra el banner protector de su esquina invocando el favor de los dioses, la ceja mellada con un corte profundo, el estupor de la incertidumbre en cada uno de sus pelos tiesos y con el rictus de quien ha visto el rostro del demonio, desató en los aficionados una poderosa carga de animadversión.
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__En el rostro de la esposa del filipino, a quien las cámaras seguían con obsesión, habia una combinación de sorpresa y lástima por el rudo trato que había recibido su marido. Juan Manuel no es hombre de alardes infundados, sus puñetazos son los que duelen. Pobre esposa que deberá ser cómplice de la ignominia.
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___El tantas veces encumbrado; el omnipotente mejor boxeador libra por libra del mundo; el mejor púgil de todos los tiempo; el PACMAN, devorador invencible y destructor; el Terminator amenazante del cuadrilátero; y muchos otros adjetivos que ponderaban a un semidiós incbado en el planeta en territorio filipino, ahora se veía reducido, repelido, contragolpeado, lastimado y minimizado por un inteligente Juan Manuel Márquez.
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___Propondría a JM Márquez como candidato no al Premio Nacional del Deporte, sino como candidato al premio Nobel de la Paz, porque Paquiao nomás sentía que le daban "pas, pas, pas", y salía rebotado en sus intentos por lucir su "velocidad".
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___Las planas de los diarios del mundo no alcanzan a reproducir las fotografías en que JM Márquez conecta sin piedad al "libra por libra del mundo".
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___Hablando en el lenguaje lunfardo, no hubo round en que Manny Paquiao no se llevara un par de madrazos de esos que tardan más de diez días en sanar.
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___Estimo en mucho la viril presencia de JM Márquez frente a las cámaras después de la pelea; su inobjetable actitud ante un adversario que parecía muñequito de peluche, as de espadas de quienes se guardan el valor de las apuesas.
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___Qué pena. Ganó Paquiao ante un público que atestiguaba su inevitable naufragio. El mundo recordará esta victoria del filipino como la madre de todas las victorias pírricas.
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1 comentario:

Alejandra Mondaca / Séptimo Sentido dijo...

Todos caímos.

Pero como dijo un locutor de radio, el lenguaje corporal no oculta nada: Mientras Márquez alzaba los brazos en señal de victoria, Paquiao se arrinconaba en su esquina con el rostro agachado.