lunes, diciembre 19, 2011

FRAGMENTOS DE "ÓRBITA DE LOS ELEMENTOS"


AGUA EN CIERNES


El agua era ahora de un azul profundo.
Tan oscuro que casi resultaba púrpura.

Ernest Hemingway


I

Desde el acantilado
Derrama espumas entre abruptos brotes de piedra. El acantilado hechiza las mareas enérgicas desde sus noventa grados. El porte sedentario aquieta los latidos, gaviotas que disputan especies desvalidas.
Sobre los contornos el crepúsculo matiza deseos naranjas y morados, se lame las heridas. En la quietud de la noche los lobos marinos protegen el harem en un bramido.
Como una profesión de fe, los pelícanos sobrevuelan la costa del día moribundo (resucitan los pescadores con un trago de cerveza, los gringos encienden la luz de los traspatios en casas de verano, paraísos personales en el quicio de sal de los oleajes).
Inspiras a seres que pierden los estribos a la menor provocación. Migración alterna allá, a lo lejos: ballenatos y barcos resoplan a destiempo.
Desde la carretera transpeninsular observo el desdén de la marea, la eternidad marina que encallará mañana en la botella del extravío, sonámbula, en una playa distante.





II

Puerto celoso
Arrastras bajo el brazo un arpegio de peces y moluscos. La danza de las aves es festejo que amaga con el pico el diafragma del viento. Hay aroma de sal y de intemperie en el desdén del día que anuncia el sueño recurrente de un gigante.
La noche se incorpora sedicente como cabellera de mujer entre la espuma. Marcha la última vislumbre amagada en la celada palpitante de la carne.
Regresará temprano en el ladrido de un perro despertado por el hambre. Madrugarán las horas y el puerto mohoso apagará las lámparas mientras llora la sirena en el estruendoso amanecer de las empacadoras, ahí donde el salario es una aleta timada por delfines.

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