"PLENTY AL MAR"
.___Indudablemente a muchas personas no les gusta el mar. Y no habría necesidad u obligación de gustarles. No les place nadar, o no saben hacerlo, o simplemente odian ese humor pegajoso que deja el agua salada sobre el cuerpo, las quemaduras que dejan los fulgores marinos sobre la piel, especialmente en estas aguas equinocciales, tan a la mano, donde lo templado nos hace tiritar en el rigor del invierno para luego abrir paso a temperaturas calcinantes durante la mitad del año; u odian el olor de los mariscos impreso siempre en la marisma ambiental de las tardes. Porque el mar es, en más de un sentido, incómodo y precario y su espacio abierto induce a muchos al letargo de lo infinitesimal, a la pequeñez intrínseca de nuestra mortalidad, esa apariencia de la nada. Ocurre que en el mar se multiplica esa percepción continua, confusa, ardua, del mundo y del tiempo, para decirlo en palabras de Saer, porque, por otra parte, el sentido de inmensidad no se percibe con mayor estruendo que cuando se contempla el cielo o el mar sin mayor objeto que el de la contemplación. Teniéndolo tan cerca, mojándole los tobillos al menor descuido, o cegándola con sus destellos, el mar ha impreso a la humanidad un casual imaginario plagado de historias y preñado de aventuras potenciales donde la vida y la muerte son ocurrencias accidentales. ¿Dónde podemos atestiguar la furia desatada si no en aquella que azota los litorales inertes sin previo aviso? ¿Cómo podemos imaginar el vértigo de las profundidades sin los abismos submarinos? Armoniosa conjugación de lo bello y lo abrumador.
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___Las historias de Verne, Kipling o Hemingway, de intrépidos exploradores o astrados capitanes sin tripulación, de leyendas inverosímiles y tesoros infalibles, aloja en los amantes de lo marítimo una extraña sensación de extravío al capturar en sus relatos retazos de inmensidad, porciones videntes de lo inconmensurable. Sin que lo sepa el mundo, un pirata desafía a la tormenta por ignorancia o porque se han agotado las alternativas, se sumerje para siempre junto al cofre de piedras preciosas y su memoria fenece con quienes lo vieron partir del puerto una madrugada. Para su póstuma sorpresa y la nuestra, un día vendra la imaginación a rescatarlo, a elevarlo de la profundidad y a depositarlo entre unas páginas como en una isla desierta. Resucitación de boca a boca que ha aprendido a hacer el escritor cuando se topa con sublimes seres moribundos.
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3 comentarios:
mulder dice: a mi siempre me ha fascinado el mar,lugar ideal de vacaciones y tema perfecto en los libros q te transportan a vivir lo no vivido ...
Igual yo no sé nadar. Eso mató toda aspiración para ser un pirata de carne y hueso.
gracias por llevarme a contemplar el mar a través de este espacio...para mí el mar es la posibilidad de conocer el verdadero tamaño de las cosas, la medida real de los problemas, la posibilidad de encontrar lo esencial y dejar en la superficie lo superficial.
El mar...es el mar.
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