martes, septiembre 09, 2008

POBRECITO MI CIGARRO... (Atahualpa Yupanqui)
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___El último recurso era fumar en la carretera, era el límite. Tras aprobarse la prohibición de fumar en el campus universitario, el universo mismo quedaba bajo el rubro de vedado: restaurantes, áreas verdes, aeropuertos, aviones, autobuses, salones de clase, peluquerías, cinemas, oficinas públicas y muchos espacios más. Ahora el campus se declaraba zona roja. <<¿Dónde demonios se esconde ahora Derechos Humanos?>>, alcanzó a decir.
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___Pensaba en el peligro de provocar un incendio. Eso significaba dejar los viajes en carretera como último refugio, no era remoto pensar que algún resentido arrojara una colilla agonizante a cien kilómetros por hora sobre el pasto seco.
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___Comenzó como un ritual, como un ejercicio religioso, una forma de transgredir las normas naturales y biológicas. Hachis, mariguana, adormidera, opio. Pipas de la paz, humo y paz, curiosa simbiosis que acabaría por anularse a sí misma. La paz es humo, humo de incensarios que simbolizan el camino del sepulcro. El humo primitivo converso en memoria ferviente del martirilogio de Jesucristo, de su muerte, esa expresión estigmática de la paz en Occidente.
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___El humo, pesadilla, estornudo final del carburante que descompensó en su paso la liturgia en las parroquias. Negritud sobre el aire, humo de petróleo, de fósiles pretéritos vueltos opacidad sobre el ambiente. Vuelta de tuerca en un nuevo mundo donde el ritual se vuelve una amenaza. La aldea global se moderniza en el gimnasio de las contradicciones. La especie se espanta. La naturaleza exige su tributo. Vulnerable se mira en el espejo, cansada ya de sus ancestrales osadías. Prometeo regresa a presentar examen.
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___Viaja ahora a Bacadéhuachi. Por fortuna, la lluvia ha reverdecido los pastos.
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1 comentario:

sylviatmanriquez dijo...

Este postme llama la atención, primero porque no sabía que usted fuma, y segundo, porque tengo asma, (jejejejejeje), así que jamás imaginé poder ver al humo de la manera en que ud. me lo presenta, hasta remordimiento sentí por todos aquellos a quienes no he dejado encender un cigarro cuando yo comparto el mismo espacio, y por el enorme gusto que me da cada vez que marcan algun sitio con la leyenda "Prohibido fumar".
ah! oiga, me encanta la sierra y sus verdores cuando llueve, ¿me seguirá gustando cuando los fumadores desplazados hacia ella la inunden coin el humo de sus pobrecitos cigarros?