lunes, marzo 16, 2009

AL REENCUENTRO DEL TIEMPO PERDIDO
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___Mi post sobre el Concierto para Bangla Desh aparece abajo. Lo terminé de escribir hoy pero apareció con fecha del viernes. Ello obedece a dos causas: a mi rotunda ignorancia en materia de htlm, y al simple hecho de que la concatenación universal de acontecimientos se amafia en mi contra.
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___Yo hubiera deseado que se cumpliera el pronóstico del doctor Enrique Azuela (sobrino nieto, por cierto de Mariano Azuela, de quien heredara la galena profesión -él, no yo-) de que nacería a las 6:00 de la mañana, pero -oh infortunio perseguidor- nací a las 6 y cuarto en el aterido parto de una primogesta que daba a luz en el crudo invierno de febrero de 1956. Las cosas como que se caían de las manos, los dedos se entumían y, expectantes, mi padre y mis abuelos maternos anhelaban que Cronos apurara el paso y que los dioses del clima aseguraran un buen abrigo de lana, una bufanda y unas orejeras de piel de conejo para la cigüeña inminente.
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___Aquel retardo, la inefable diferencia temporal del alumbramiento, ese fatídico cuarto de hora aciago habrá de perseguir al bebé, al niño, al joven y luego al maduro individuo en todas las circunstancias de su inexorable vida.
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___Es verdad que las costumbres de nuestra Nación, heredadas de troncos genéticos tan disímiles como disparejos, fueron tejiendo una curiosa concepción de la puntualidad ajena por completo a usanzas de otras culturas: para el caso, la anglosajona, y la que impusieron ciertas dinastías radicales en Japón. Pero, con todo, nuestra híbrida cultura se percató pronto de que los movimientos pendulares del mundo no podían regirse por caprichos de etnia alguna o hábitos malhabidos de gobernante ninguno.
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___Entonces adoptamos el rigor del reloj, ese invento que Christian Huygens logró perfeccionar gracias a sus descubrimientos relativos al movimiento pendular. Pero nuestras recias costumbres persistían rancias. Por lo general llegábamos tarde a todas partes. Benito Juárez, por ejemplo, llegaba tarde al salón de clases porque, aún considerando que recorría diariamente 8 kilómetros, lo hacía por inercia y sin un sentido claro del principio de la puntualidad. Murió, han de saberlo, 15 minutos después del pronóstico de su médico de cabecera -en circunstancias históricamente dramáticas que para nuestra relatoría no viene al caso abundar-.
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___Durante el curso de mi vida, el retraso de mi nacimiento, breve si se quiere pero sustancial, se convirtió en un estigma. Pese a mis denodados esfuerzos por ser puntual, comencé a llegar tarde a todas partes. Al principio, ello me afectó emocionalmente. Sin embargo, inconscientemente pensaba en cómo una buena parte de la gente a mi alrededor llegaba a tiempo. No pude explicármelo entonces y ahora solo encuentro una explicación preliminar en el comportamiento de los signos zodiacales.
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___Hace unas semanas, el escritor Sergio Valenzuela advertía que nadie se importunara por lo volátil de su comportamiento y lo voluble de sus actitudes; argumentaba que él era Géminis, razón que aducía suficiente para dar cuenta de lo insólito de sus motivaciones y, adicionalmente, depositaba en ella la causa última de sus sorprendentes juicios y acciones cotidianas.
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___El contundente razonamiento de Valenzuela terminó por poner en jaque el tradicional apego a la lógica platónica que se obstina en guiar mis juicios (por lo menos, hay que aclararlo, dicha lógica ha intentado imponérseme por encima de sus sistémicas fallas y los alegatos de acierto y error de mi parte).
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___Los retrasos comenzaron a imponerse. Los sobrehumanos esfuerzos de mi parte por empatar el rigor temporal de la realidad resultaron infructuosos. Llegar tarde a todas partes se convirtió para mí en un callejón sin salida. Mis sesudos estudios de la obra de Agustín de Hipona (San Agustín), los acercamientos a la geometría de Filippo Bruneleschi y Luca Paciolli, mi posterior descubrimiento de los alcances de Huygens, así como mi involucramiento práctico en la paradójica exactitud de los mecanismos electromagnéticos de los relojes de cuarzo, terminaron por convencerme de que mi mal no tenía remedio.
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___Pensarás, amable lectora o lector, que este texto es un producto febril de mis desavenencias con la concatenación universal y que ésta se rige por normas infalibles y eternas. Sin embargo, lo juro por todos los dioses cronométricos, nada ha cobrado mayor influencia en mi vida práctica que mi paranoia obsesiva por la puntualidad, la mayor parte de las veces con resultados adversos.
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___Cuando leí la biografía del puntualísimo Emmanuel Kant y advertí que el final de sus días fue marcado por una reacción de su líbido apartada diametralmente de su comportamiento habitual (y que se atribuye por algunos estudiosos a la represión sexual impuesta por un sistema de vida basado en la puntualidad), mi vida cobró sentido. No sé explicar bien la relación pero mi conclusión fue en ese momento que más valía llegar tarde y tener la líbido en cauces manejables que someter todo gozo (incluyendo el relativo a la líbido) a un sistema kantiano de puntualidad.
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___Sin embargo, el sentido que cobró mi vida después de mis reflexiones y de la experiencia, incluida mi relación con el reloj que utilizan los buzos para salvaguardar sus capacidades de oxigenación, no logró sobreimponerse a los 15 minutos de retraso que seguían ahí en mis venas como un tatuaje.
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___No conviene aquí citar ejemplos de las desgracias que ha ocasionado a mi existencia el llegar tarde porque sería el cuento de nunca acabar. Vale, eso sí, subrayar en abono de mi personalidad y, más aún, como refuerzo exógeno de mi identidad, que cuando he llegado antes de tiempo a toda suerte de evento, sea éste académico, profesional o lúdico -incluyo en esto al futbol-, los resultados han sido catastróficos. Esto ha llevado ami psique y a mi líbido a refrendar, aún en contra de mi tendencia a la lógica platónica, el refrán que reza "más vale tarde que nunca".
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___Podrás concluir, amable lector o lectora, que mis razonamientos apuntan hacia el reino de nunca jamás, o que la lógica que inspira mis palpitaciones servirá acaso para espantar moscas en verano, pero, advierto que cualquiera de las dos conclusiones por las que te inclines habrá de acarrear alguna utilidad para tí -aunque carezcan de utilidad práctica-. Mi volátil entendimiento habrá entonces alcanzado uno de las tareas que voluntariamente se ha propuesto: plantear las cosas puntualmente. Habré cobrado acaso una deuda a mis demonios.
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___¿Qué dije?
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4 comentarios:

Jake Gittes dijo...

Muchacho, tengo la seguridad que llegar pronto es un defecto como otro cualquiera que debemos evitar a toda costa los que mantenemos ese toque de distinción y elegancia que nos da hacer siempre esperar.

nacho dijo...

Gracias por tu visita y especialmente gracias por lo de "muchacho".
Esperar, llegar, verbos de la paciencia.
Saludos. nacho mondaca

Borrasca dijo...

Nacho un placer descubrirte a través de Jake y Pike, así que con tu permiso te enlazo a mi blog para no perderte.

Respecto a tu post suspiro aliviada, pensé que yo era la única que siempre llegaba tarde...

Besos borrascosos

nacho dijo...

Gracias por visitar, había echado un ojo a tu "pequeña" lista de blogs, iré viéndolos con calma y estaremos comentando... besos.
nacho mondaca