sábado, febrero 12, 2005

SABADOS GIGANTES
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...Hoy hubiera sido un día perfecto, excepto porque la casa se llenó de humedad y de estornudos, pero ¿qué se podía esperar de un sábado sin brújula? Hay que decir que la fiesta de lluvia la comenzó el viernes de madrugada y se prolongó hasta el día de hoy. Cuatro goteras en las recámaras y un tonel de ropa sucia que el clima no deja lavar fueron saldo del aquelarre.
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...Son días de guardar. Uno no debería ni sacar la nariz por la ventana, pero la necesidad es mala consejera y los baches que despierta el delirio pluvial no pueden desairarse a la ligera.
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...Había que salir, porque, además, estaba la invitación de nuestros grandes amigos Félix C. y Norma que llevarían a su primogénita a recibir las aguas del Jordán. Su pequeña es una exploradora innata que no pierde tiempo en llorar o quejarse. Sus ojos tienen la nobleza de la abuela paterna y su breve edad no disimula la certeza de tener un padre de cuarenta. El bautizo cae bien a los tres meses. No he visto a nadie como a la madre de Félix aceptar con tan absoluta resignación el designio de la muerte; con una sonrisa grandiosa me despidió una tarde de su habitación en el hospital del ISSSTE. No volvería a verla.
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...Ya les he contado, Félix es un tenor cuya voz es capaz de despertar osos grizlies en invierno y suficiente para conjurar tifones en septiembre. Una pena que sus nuevas obligaciones lo alejen de la algarabía coral. Ya volverá cuando la mar se calme. Le tenemos su campito.
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...Así pasan algunos sábados. En apariencia son días comunes y corrientes, pero por las tardes se ensañan en significaciones.

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