viernes, septiembre 07, 2007

PÉSAMES
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___Cuando supe que Luciano Pavarotti había muerto, la primera imagen que vino a mi memoria fue la de mi amigo Daniel Padilla. Su colección de cds y videos de Luciano despertarían la envidia de cualquier fanático de la ópera, su admiración por el tenor italiano no conocía fronteras.
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___No fueron pocas las veces que nos amanecimos en el estudio de Daniel escuchando y viendo en una enorme pantalla las arias que Luciano hizo célebres. Daniel tenía una especie de obsesión por confirmar que el tenor italiano era mejor que Plácido Domingo y que su voz era la mejor del siglo XX. A la vuelta de los años, pienso que quizá Daniel tenía razón.
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___En una ocasión, hará unos cinco años, Daniel nos invitó a mi amigo Félix Cáñez y a mí al Dodge Theater de Phoenix a escuchar a José Carreras en concierto. Daniel consiguió boletos en cuarta fila y ese día José abrió su presentación cantando Caro mio ben de Giuseppe Giordani. Nunca lo voy a olvidar porque esa tierna canción fue la primera del repertorio italiano que me enseñó mi maestro José Guadalupe Briano. Esa noche, Carreras interpretó esa pieza con el mayor de los respetos.
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___Al final del concierto, Daniel hizo lo imposible porque pudiéramos saludar a José en su camerino. Casi lo logramos, pero se nos fue: Carreras tenía que viajar inmediatamente a Las Vegas donde participaría en un show de medianoche.
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___Esa fue una de las frecuentes escapadas que Daniel se daba para escuchar a sus tenores favoritos. Hace dos años me llamó desde su celular en el estadio de los San Diego Chargers simplemente para compartir que en ese preciso momento estaba viendo y escuchando al Gordo Luciano en vivo. Sentí envidia. Quisiera que estuvieras aquí, me dijo emocionado. Y yo también lo hubiera deseado porque podíamos pasar horas y horas charlando sobre cantantes de ópera, arias famosas y conciertos legendarios.
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___Diversas circunstancias me fueron apartando de Daniel. Lo he lamentado porque es una gran persona y su amistad me ha hecho falta. Hace tres meses falleció su madre. Me enteré por los periódicos y desafortunadamente no pude asistir al funeral. En algunas ocasiones, el padre de Daniel traía a su esposa en silla de ruedas, muy enferma ya, hasta donde nos encontrábamos reunidos compartiendo tardes de sábado con la infinidad de amigos que tiene Daniel; a petición del señor, yo le cantaba con mucho gusto "Amémonos" o "Qué lejos ando". La madre de Daniel, casi sin hablar, sonreía. Una de esas tardes fue la última que la vi con vida.
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___Desde el fondo de mi corazón envío a Daniel mis más sentidas condolencias y le digo, desde aquí, que yo también extrañaré las hazañas de Luciano, su héroe para siempre.
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2 comentarios:

Álvaro Fernández Magdaleno dijo...

Un bonito texto, Nacho.
¿Eres cantante?.
Un abrazo.
Álvaro

Manuel dijo...

Asi es todo en la vida, va y viene.