lunes, junio 18, 2007

DIA DEL PADRE EN EL MAR DE CORTÉS
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___El sábado, cuando finalmente llegamos al Cañón de las Barajitas, ya habíamos exterminado un 12 pack de Coor's Light. El sitio está a unos 30 kilómetros de la marina de San Carlos de donde zarpamos en dirección norte. Juan Carlos me soltó el timón a la mitad del camino. No soy tan malo navegando y pude maniobrar y anclar sin problemas frente a aquel oasis. La playa blanca es preludio del Cañón que comienza a formarse a unos 150 metros, poblado espesamente de palmeras como un lunar en la espalda del desierto. Acampar ahí debe ser formidable. A babor podíamos observar las cabañas ecológicas abandonadas que alguien quiso explotar comercialmente sin éxito. Había también un bote de buzos pescadores; tenían dos recipientes llenos de pulpos y estaban por marcharse. Les obsequiamos unas cervezas.
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___De 33 pies de eslora, el Amistad II es un yate dócil y generoso, su toldo evita casi por completo los crudos rayos del sol sonorense que queman como flamas, especialmente la piel transparente de los turistas gringos y canadienses que ven aquí una sucursal del paraíso. Más que vocación estética, broncearse en temperaturas extremas como ésta es un mero acto de masoquismo. Por eso, los cuatro íbamos bien protegidos. Sin embargo, existe un elemento contra el que poco podíamos hacer: la presencia de pequeñas medusas del Mar de Cortés, las aguamalas, que mostraban el azul añil de su burbuja flotadora, arrastrando bajo la superficie sus temibles hilillos venenosos.
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___Mi hermano fue el primero en tirarse, seguido de Daniel. Ustedes saben, el equipo de buceo es pesado fuera del agua, estorboso y complicado. Ya adentro es otra cosa, pero el peso del plomo en los chalecos, que nivela la flotabilidad en la profundidad, es un suplicio cuando estás sobre el bote. Por ello, ellos prefirieron montarse el chaleco en el agua; yo lo hice en cubierta pero al lanzarme sobre mis espaldas, con el equipo instalado, perdí la máscara y el snorkel sin darme cuenta.
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___La primera inmersión fue emocionante, aunque al principio la molestia de la presión sobre los oídos es aturdidora, especialmente cuando estás fuera de práctica. Durante los 50 minutos que estuvimos sumergidos, pudimos observar la exhuberante flora y fauna que se reproduce alrededor de las formaciones rocosas: mantarrayas de varias especies, merluzas, rubias y cochitos. Pudimos observar también una incipiente formación de coral, algo casi inédito en este litoral.
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___Capitaneados por Juan Carlos, regresamos cuando caía la tarde, resintiendo los efectos del cansancio. Atracamos en la marina y nos disponíamos a ordenar y guardar el equipo, cuando mi hermano se botó la uña del dedo gordo del pie derecho al chocar con una furtiva peonza en el muelle. Mal signo para celebrar el día del padre, pero no se inmutó. Desprendida en un 75 por ciento, tomó la determinación de curarse por sí mismo pues ir al médico hubiese significado abortar la celebración y cancelar el buceo del domingo. En la primera farmacia compró lo necesario para desinfectarse y vendarse.
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___Nuestra comida-cena en El Esterito, un pequeño restaurante montado en una terraza, fue un obsequio al paladar. El menú: camarones en caldo o en su jugo: limón y salsa suficiente y una retahila de charras y anécdotas. Desde la terraza podíamos observar un inusual movimiento de jeeps y cherokees 4x4. Había docenas de ellas circulando y haciendo escala en tiendas y expendios de cerveza. Había competencias a campo traviesa y eso era indicativo de que los hoteles estarían a reventar. Y así fue. Terminamos en el hotel del Gringo Pete, un hotel bastante modesto pero con los servicios básicos: refrigeración y buenas camas. El Gringo Pete debe haber sido asaltado en diversas ocasiones pues recibe a los huéspedes en su bunker del tercer piso, detrás de una reja y escoltado por un pastor alemán que no cesa de ladrar y babear al mismo tiempo.
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___Si alguien había pensado ir a jugar boliche por la noche, calculó mal. A las 9 de la noche estábamos todos botados roncando. La televisión se quedó prendida y el Danny, que veía una parte de la zaga de Star Wars en su i-pod se quedó a media película. Dormimos unas 10 horas, y amanecimos con la batería recargada.
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____Desayunamos en el Santa Rosa, un resturante-cantina que les recomiendo ampliamente. Es económico y sabroso. Estaba lleno de gringos. Tocamos base en un negocio de buceo para rellenar los tanques y nos enfilamos a la marina. Mi hermano Ramón no estaba dispuesto a perderse la buceada por la maldita uña que a veces le dolía y a veces no, así que encaramamos el equipo, desatamos los cabos y nos dirigimos el Amistad II a la estación de gasolina. El empleado contó los pormenores de la jornada de pesca. Nos dijo que el sábado se había registrado poca actividad: un par de marlines, otro par de pez vela y muchos dorados. Se burlaba de que El Greco y otros yates de lujo que salieron a a la mar se fueron en blanco.
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____En cuanto salimos de la marina, echamos a trolear una caña con un hermoso señuelo verde fosforescente. No habían pasado ni cinco minutos cuando picó la que sería la única presa del día: un dorado precioso que luchaba por sacarse el anzuelo. No pudo hacerlo y el estado de ánimo de la tripulación se encendió. Fotos, cerveza y risas, buen síntoma para un día del padre con puros padres a bordo.
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___Juan Carlos tomó hacia el sur, rumbo a la Bahía de Cochibampo, mientras explicaba el significado de barlovento y sotavento. El objetivo era un islote bautizado por su apariencia como El león echado. Llegamos en una hora aproximadamente, la distancia debe ser de unos 15 kilómetros, lo que indica que viajábamos a unos diez nudos.
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___A una distancia prudente, arrojamos el ancla y nos dispusimos a organizar la parafernalia del buzo. Ramón se tiró primero, su uña desprendida lo obligó a utilizar únicamente una aleta. En nuestras ansias por sumergirnos no nos percatamos de la presencia de unas aguamalas dispersas que pasaron junto a nosotros; para nuestra mala fortuna Juan Carlos, instructor y guía en estos menesteres, recibió el despiadado urticante en el cuello y el brazo derecho, y yo, en ambas pantorrillas. El dolor que produce la "picada" de las aguamalas es intenso, una combinación de quemadura y ardor. Aunque cruzó por nuestra mente regresar al bote y aplicarnos sendas dosis de vinagre en la piel, un remedio inmediato, decidimos continuar y aguartar vara.
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___No nos arrepentimos. El león echado es un lugar privilegiado para bucear. La diversidad y volumen de peces que habitan ahí es apabullante. Atraídos por las burbujas que desprenden los buzos, se reunen por cientos en un espectáculo que espero podamos haber captado con la cámara submarina que llevábamos. En los claros de arena del fondo no podían faltar las mantarrayas, unas atigradas, otras prietas, ocultas con el camuflaje de su lomo y prestas a ensartar su dardo venenoso a la menor provocación. Luego de rodear el islote, Juan Carlos encontró la cueva que no había podido localizar en anteriores ocasiones: la oquedad formada por el oleaje cruza por debajo del islote y conecta los dos extremos. Ya dentro, la luz se nubla y aparecen peces por todos lados, creándose una atmósfera increíble al observarlos a contraluz.
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___Continuará.

1 comentario:

Manuel dijo...

Neptuno Poseidón Aegir y hasta Pluton se aliaron a Tlaloc Para que disfrutaras por nosotros.

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