martes, mayo 13, 2008

DESDE LA BARRERA
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___Ayer recibí una carta, traía estampilla, remitente y sellos postales. Era un sobre blanco tamaño oficio, común y corriente, gordito porque la carta es de tres páginas, sellado con cinta scotch. Miami, Florida, USA. Cuando la saqué del buzón debo haber puesto una cara como la de Joseph Conrad cuando lo dejó un barco en Róterdam a causa de una descompostura de su reloj.
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___Estuve tentado a ponerla en alcohol, no sé, pensé de pronto conservarla de alguna manera y fue lo primero que se me ocurrió: ponerla en alcohol y exhibirla en una repisa de la sala, en un librero junto a las obras incompletas de Goethe, Maupassant y Chesterton, grandes cultivadores del género epistolar. Pero deseché la idea y me puse a leerla.
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___A Sergio lo recuerdo por muchas cosas, pero por una en especial: ambos participamos en la puesta en escena de "El retablo de las maravillas" de ya saben quién. Mientras que él hacía el distinguido papel del confundido alcalde, yo interpretaba al soldado que llega al pueblo a arruinarlo todo.
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___Mientras que él continuó alimentando su pasión por las tablas, según explica con algún detalle en la insospechada carta, yo abandoné la actuación para siempre, convencido tal vez de que las vocaciones van quedando tendidas como los tenis viejos colgados en los cables eléctricos de las barriadas.
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___Hasta dónde se cultiva en su natal Puerto Rico una histórica fascinación por Miguel de Cervantes, explica en buena medida el obsesivo entusiasmo de Sergio por montar los "Entremeses" del Manco de Lepanto (oh, Cielos, empiezo a hablar como Sergio) en donde quiera que veía un grupo de diez personas sin importar las aptitudes histriónicas de éstas. "La elección de los alcades de Daganzo" y otra que tal vez fue "El viejo celoso", no lo recuerdo bien, parecían en nuestras manos, más que intentos teatrales, arriesgados experimentos.
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___Con oficio inefable, en un momento dado, Sergio comenzaba a "repartir papeles" y antes de que fuera necesario resurtir bebidas alcohólicas en algún Oxxo cercano, ya estábamos dizque ensayando. Era extraño, pero salíamos de aquellas reuniones con un impredecible calendario de ensayos, sugerencias de vestuario y el compromiso de aprenderse de memoria los libretos.
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___Debo reconocer que despertaba entusiasmo en nosotros y que, sin sospecharlo, nos íbamos enrolando en sus experimentos hasta que nos informaba que ya había conseguido algún teatro de escuela o facultad para presentar la obra tal día.
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____Cuando menos pensábamos, nos encontrábamos frente a un espejo montados en unos gregüescos chistosísimos, ajustando barbas, pelucas y bigotes de utilería, confeccionando cuellos como los de Sir Walter Raleigh y aprendiendo el abc del maquillaje escénico. Nervio y memoria. "Vayan al baño antes de entrar al escenario, decía, porque eso puede distraerlos". Daba consejos sencillos cuando estaba uno a punto de ir al cadalso.
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___Ha seguido haciendo lo mismo, por lo que cuenta, sólo que ahora la Universidad de Miami le paga por hacerlo. Mientras leo, creo escuchar su acento isleño: "Puelto Lico", "Celvantes". Tiene una compañía más o menos formal y recursos para divertirse haciendo lo que le gusta. Nos invita a Phoenix a ver "El retablo de las maravillas" y jura y perjura que esta vez él no intepretará al célebre Chanfalla.
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___Es lo terrible de su carta. Ha perdido una pierna a causa de la diabetes y ha tomado la decisión de dedicarse exclusivamente a dirigir a sus alumnos. Nunca más las tablas, dice, ahora los toros desde la barrera.
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___Antes ha dicho que estas cosas no se pueden contar igual por internet; que no saben igual, dice. He decidido guardar la carta entre las páginas de la edición de Aguilar de las obras completas de Cervantes, ahí estará bien sin duda. Por otra parte, Phoenix está cerca.
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