LOS SONIDOS DE LA CIUDAD
(texto para sordociegos)
.___Escribo siempre por las mañana. Mientras escribo, generalmente estoy observando por la ventana. Escucho los ruidos de la ciudad: las ambulancias, los autos que delatan nuestras costumbres y tardanzas, mi perro que no tolera la cercanía del cartero ni de extraños.
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___Antes los ruidos me impacientaban e interrumpían mi concentración al escribir. Llegué a suponer que los sonidos de la ciudad eran la causa de que no saliera de mi cabeza nada rescatable que plasmar en la pantalla de mi lap top.
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___En el curso de los años, desde que inauguré mi blog, fuí familiarizándome con los sonidos de la ciudad. Creo que logré darle sentido a las frustaciones de mi perro, la silenciosa retirada de los carteros y, gracias a las variadas sirenas, fui notando la creciente demanda de la Cruz Roja y el incremento de los vehículos de las corporaciones policíacas.
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___Creí entender en mis involuntarias observaciones el insistente y acompasado paso de jóvenes ciclistas, tatuados y con ropa floja, que cruzaban por mi calle (Arroyo Hondo se llama) inspeccionando movimientos, flujos y posibilidades de adueñarse de cosas que no fueran suyas.
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___Con el tiempo, los ruidos de la ciudad que llegaban a mi ventana, la contigua a mi lap-top fueron haciéndose parte de mi folclor personal, de mi propio sonido especial. Seguía con mis rutinas. Tomaba el café con leche que abre a diario mis entrañas al mundo; sopesaba el número de muertos que reporta el periódico de los Healy como costumbre (de ellos no mía) y aterrizaba en los resultados del futbol de España, deseando que Lionel Messi no fuera lesionado.
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___Con el tiempo me fui haciendo reacio a las noticias, a los muchachos que pasan en bicicleta escaneando el barrio en sus afanes por sobrevivir a costa de otros, a escribir por las mañanas y a observar por la ventana. Con el tiempo me fui haciendo viejo.
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___Entonces llegó el día en que me percaté que mi ventana tiene un cedazo para los moscos. Descubrí que eso alteraba mi percepción de los sonidos de la ciudad y que nada de lo que observaba u oía a través de aquel mosquitero era real. Fue entonces que comencé a recobrar mi interés por escribir (por las mañanas).
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