sábado, enero 13, 2007

EL MEJOR AMIGO
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___ Depositó el cuerpo en el agujero y ordenó al perro permanecer quieto. Sudaba copiosamente. En ese momento recordó el miedo que experimentó cuando el funicular se detuvo. La nieve se acumulaba sobre el cristal superior mientras el viento arreciaba. La caja que crujía como un capullo vacío y todo parecía presentarse ahora como una especie de recordatorio, ahora que debía sepultar el cuerpo. El perro era el único que podía observar lo que ocurría en medio de la oscuridad y le inquietaba el olor a sangre, pero permanecía inmóvil y acaso un furtivo gemido acompañaba su respiración. El frío, pensaba, era un cómplice perfecto para asegurar que nadie rondaría por aquel paraje. Tomó la pala con determinación, ajustó la cinta de sus guantes de gamuza y se decidió a terminar la faena.
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___La había conocido en Milán mientras ella leía un libro de Kundera en un café al aire libre del centro comercial Menardi. Cuando se conocieron apenas pudieron comunicarse por el idioma. Ahora no hablarían más, había terminado la pesadilla y ni siquiera sentía remordimiento por la forma en que concluyó su relación.
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___Regresó a la camioneta, bajó un saco de cal y luego comenzó a esparcirlo en el agujero, el perro se retiró unos metros cuando su olfato resintió el polvo blanco. Cuando terminó de rellenar, comprimió con sus botas la tierra blanda. Diseminó el excedente de arena con la pala y bajó unos troncos de la camioneta, juntó unas varas y hojarasca y encendió una fogata, justo encima del entierro. El animal se acercó un poco al fuego y se echó sobre su vientre de modo que su mandíbula se acomodó sobre la arena. Cerraba los ojos de forma intermitente.
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___Sacó un cigarrillo y permaneció de pie mientras el fuego comenzaba a devorar los troncos, su mano temblaba agitadamente. Observaba la danza de las llamas y el gesto compasivo del perro que parecía querer dormitar al amparo del calor de la fogata. Esperó hasta que se consumieron los troncos. Tomó unas varas y borró cuanto pudo los signos de la excavación. Echó tierra sobre los restos de la fogata. Caminó hacia la camioneta, de un salto el perro se encaramó en la parte posterior. Puso en marcha el vehículo y tomó la vereda hacia la carretera. Durante el viaje comenzó a recordar los motivos de su desengaño y las constantes peleas que habían sostenido. Al llegar a casa, se sentía triste y tenía ganas de llorar. Fue entonces que recordó que había dejado la pala recargada junto a un árbol.
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6 comentarios:

mar adentro dijo...

Yo encontré la pala.

nacho dijo...

Devuélvela.

mar adentro dijo...

Quise devolverla, lo juro, pero el perro no me dejó acercarme.

Manuel dijo...

¡Tenemos tus huellas digitales!

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ESTEBAN DOMINGUEZ (ATP EN COORDINACIÓN ACADÉMICA DE SECUNDARIA) dijo...

El título me parece desafortunado, lo mismo que el final, creo que hay que trabajarlo. Me gusta la manera como arranca la historia, dando varias pistas, como indicios. Ahi la llevas.

nacho dijo...

Gracias por visitar...
Esteban, tomo nota pa tallerear este semicuento, je. Saludos.