BUCEAR EN EL MAR DE CORTÉS
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___Aunque parece sencillo, bucear no es algo natural, de hecho es una violación de ciertas leyes físicas y el límite del ser humano para sumergirse, no rebasa en promedio los 75 metros de profundidad. Ir más allá de los 100 pies es ya un riesgo mortal para la salud de un individuo sano. Sin equipo, un ínfimo porcentaje de los nadadores pueden permanecer bajo el agua por más de un minuto y medio. Exagerando un poco, podríamos comparar el buceo con ejercitar el bel canto en el sentido de que se trata de técnicas aprendidas que hacen posible determinada eficiencia, cada una en su dominio.

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___En la última inmersión alcanzamos una profundidad de 45 pies aproximadamente. Quienquiera que alcanza la parte honda de una fosa de clavados conoce el problema de la presión del agua sobre el organismo, especialmente sobre el oído que parece como si fuera a reventar. Existe una técnica para descomprimir esa presión, lo que al descender más allá de los 30 pies evita que te vuelvas loco. Existe la creencia de que eso se evitaría utilizando los tapones que se usan para nadar, pero es un grave error.

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___Esa técnica exige cierta práctica y experiencia porque al descender debes tener en mente no únicamente el de la presión sobre tus oídos, sino también la habilidad para leer los relojes que miden profundidad y volumen de aire en el tanque. Algunos piensan erróneamente que el del buzo es un tanque de oxígeno. Más allá de estos detalles, debes ser conciente de las posibles fallas en el equipo o del error humano potencial. El mar es impredecible y nuestro encuentro con las medusas era una especie de recordatorio de lo que puede ocurrir allá abajo. Todos los equipos cuentan con una boquilla adicional que puede utilizar un compañero en caso de presentarse una emergencia con alguno de los equipos. El ascenso será siempre lento y acompasado, en caso contrario puede ocurrir lo que se conoce como "envenenamiento" de la sangre, es decir, una descompensación metabólica al someter al organismo a un cambio brusco de presión.

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___Nuestra segunda inmersión, y pese a la uña desprendida de mi hermano, fue algo para recordar. Pocas veces hemos encontrado una cantidad tan vasta de peces alrededor de nosotros. Por desgracia, la cámara submarina (una kodak hermética desechable) no funcionó por debajo de los 30 pies; el carrete se trasroscó y tuvimos que conformarnos con unas cuatro o cinco fotos. Aún estamos en espera de que puedan revelarse para compartirlas con ustedes.

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___Quizá por el esfuerzo adicional que representa sumergirse con una sola aleta, el tanque de Ramón se agotó antes que el resto, por lo que tuvimos que conformarnos con 45 minutos de diversión. Con la guía siempre alerta de Juan Carlos, localizamos el cabo del ancla y subimos directo al bote, temerosos de que las aguamalas anduvieran rondando por ahí. No fue el caso y tras unos minutos de descanso, flotando junto a la propela, comenzamos a abandonar el agua. Juan Carlos y yo fuimos directo a aplicarnos vinagre en las partes afectadas por las aguamalas, un excelente remedio que por sus propiedades alcalinas neutraliza el efecto que produce la molécula de proteína de que está compuesto el urticante de la medusa.

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___El resto de la jornada fue comer pistachios y destapar cervezas. Reposamos alrededor de una hora disfrutando del clima fresco que había, conversando de la magnífica experiencia que acabábamos de compartir en el silencio de la profundidad. Luego el regreso a toda marcha. Llegamos a la marina a descargar el equipo y poner las cosas en absoluto orden sobre el pick-up doble cabina de JC, quizá lo más pesado de todo.

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___San Carlos es un centro turístico que pertenece al municipio de Guaymas. Los 120 kilómetros que lo separan de Hermosillo pasaron sin darnos cuenta pues nosotros seguíamos hablando sin parar, buscando quizá que la aventura no terminara. Esa noche, caí rendido.

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___Por ahora, guardo congelado en el refrigerador el dorado que prepararé en filetes en el curso de la semana. ¿Tienen alguna buena receta?

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