PROHIBIDO FUMAR
.___No lo había notado hasta que Mireya le ofreció un vistoso separador de Barnes & Noble que había adquirido en su reciente viaje a Boston, antes Mireya le había entregado un par de libros de Salman Rushdie en inglés que él tomó con medido entusiasmo; pero el maestro no le hizo caravanas al separador; pareció hasta grosero cuando dijo "ya sabes que no los uso". Mireya volteó a mirarme y se encongió de hombros. Pero era cierto, Mario Canetti tenía la costumbre, o quizá sea mejor decir la manía, de pegar a los libros voluminosos una cinta de tela, algún cordel a la manera de libros como la Biblia; a veces utilizaba una agujeta como la que había adherido a Safarag del español Antonio Muñoz Molina, una novela de unas quinientas páginas que me prestó en vacaciones, en otros casos utilizaba una hilaza, un cordel de persiana americana o, en caso extremo, hilo dental, un indicador casi imperceptible que le servía para conservar la página de su última lectura.
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___Viéndolo objetivamente, esta manía justificaba su utilidad y refrendaba un sentido práctico, si bien indicaba la dificultad de la mayoría al intentar acabar con obras de aliento prolongado en un solo intento. Canneti no era precisamente lo que podríamos calificar como práctico, sin embargo, gozaba de un sentido común sorprendente que sabía combinar con originales formas de expresarlo. Decía, por ejemplo, que era incomprensible que alguien pudiera
portar una cajetilla de cigarrillos en el bolsillo de la camisa y menos aún si se trataba de una cajetilla dura. Alegaba que los bolsillos, en su austeridad y mutismo, demandan algo de respeto. Eso explicaba la cigarrera dorada que siempre llevaba consigo, una cigarrera plana cuyo mecanismo metálico siempre llamaba la atención al accionarse; otro elemento era sin duda el encendedor de mecha que Canneti conservaba desde algunas décadas atrás; solía decir que los encendedores desechables son para el gusto de fumar como las sopas Maruchan dentro del arte culinario. La cigarrera tenía capacidad para 16 cigarrillos, según explicó un día a una mesera del bar Renoir que compartía con él el hábito de fumar; era un encendedor de tapa móvil con una flor de lis grabada en la capucha, era recargable y utilizaba keroseno como combustible; era una reliquia que llamaba la atención no únicamente por su bello anacronismo, sino por la destreza con que Canetti la manejaba a discresión.
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___Sufría en silencio el hecho de que los espacios del fumador se redujeran de forma inexorable, pero no lo decía, podíamos suponerlo por la manera en que fumaba en vestíbulo de El Diario, donde sí se permitía hacerlo. En una ocasión, varios maestros de la escuela de periodismo nos citamos con él en La Marquesa de Úbeda, un restaurante español que había cedido al clamor de la clientela enemiga del tabaco, ahí Mario Canetti se limitó a poner sobre la mesa su cigarrera, un cigarrillo encima de ella y, junto a esta, el encendedor estoicamente de pie. No hizo el intento de encender el cigarrillo, y su actitud durante la sesión fue la de un individuo abstemio. En esa ocasión llevaba entre sus manos la novela Viudas de Sangre de Chavarría y, mientras hablaba sobre los ángulos obtusos del manual de estilo del New York Times, jugaba discretamente con la cintilla de estambre verde que había instalado como separador de páginas. Algunos deben haber notado la ansiedad contenida del maestro, pero la mayoría no lo conocía cuando afloraba su alcoholismo.
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___Antes de abandonar el restaurante, Mireya se apropió del encendedor y se encaminó a la salida mientras se multiplicaban las despedidas; en cuanto pusimos un pie fuera del local, Mireya accionó el encendedor, en ese momento, Mario Canetti ya llevaba el cigarillo entre sus labios.
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2 comentarios:
Mireya amor y paciencia... yo habría tomado el encendedor y discretamente lo hubiera depositado en algún lugar inimaginable solo por ver la reacción ansiosa del señor, ja! miento, de ser alguien tan importante para mi como para ella seguro hubiera hecho lo mismo...na! lo hubiera guardado.
Estuvo Genial!
Saluditos
Cocó
Hola cocó, gracias por asomarte por aquí... Canetti era un tipo un tanto exótico, entrañable, después de todo...
Un beso... nacho m.
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