FENOMENOLOGÍA AVÍCOLA

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___¿Que qué?, ¿Que no les gusta el huevo cocido?

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___Pobres infelices, debieron tener un padre como yo. Que digo "debieron", deberían haber tenido, o en el peor de los casos "debieran tener".

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___La cosa es que yo preparo un paté con yemas de huevo que, además de levantar ánimos afligidos y restituir espíritus tundidos, sabe delicioso (y no lo digo yo, lo dicen los conejillos de Indias que han aceptado probarlo o que lo han probado sin saber qué probaban). Como diría Leibnitz, mi argumento es razón suficiente para que cuando escuches a alguien decir que no le gustan los huevos cocidos, pienses que existe una receta que ese alguien debió haber conocido antes de aceptar como una maldición la ignorancia culinaria de sus padres.

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___Los huevos cocidos son una bendición porque permiten, además de mi receta secreta de paté, preparar deliciosas ensaladas y generosos platillos. Está por ejemplo, la ensalada de lechuga romana con espinaca, tocino, vinagre de Módena y, claro, ¡huevos cocidos! (No consultes a tu madre nada en relación con esto, y menos aún a tu maestra de Introducción a la Estilística). No hablaré por ahora en torno a la generosidad del huevo cocido para el alivio de algunas enfermedades gastrointestinales porque no viene al caso, pero defiendo de antemano, eso sí, las propiedades intrínsecas que guarda este alimento para combatir la anemia y las secuelas de la bulimia.

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___Por ahora debo callar porque hay quienes desearían criticar este texto cuanto antes.
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