viernes, octubre 10, 2003

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LA CORRECCIÓN DE ESTILO ES UN DEPORTE EXTREMO

Víctor Jiménez es un tipo que sabe de lo que habla. Es director de la Fundación Juan Rulfo y anduvo por aquí en Beautyfulville para hablar sobre El llano en llamas. Se cumplen 50 años de la publicación de esa obra y la Unison invitó además a José Antonio Rulfo, hijo del escritor, y a Lina Grijalva, investigadora de la U.A. de Sinaloa, especialista en la obra rulfiana, a charlar sobre el tema junto con Jiménez.

Jiménez, arquitecto de profesión, abordó la historia de la publicación de "El llano en llamas" y explicó los avatares por los que la novela de Rulfo ha pasado a la hora de entrar en esa aduana de lo desconocido que es la imprenta. Repasó, con base en base los manuscritos y opiniones personales de Rulfo, los errores típicos en que suelen caer los editores de la obra, especialmente en torno a la cuestión de cuándo decide Rulfo poner Llano con mayúscula y cuándo con minúscula. Abundó acerca de las dificultades inherentes de corregir una obra literaria e incluso adelantó la problemática de traducir una obra como El llano en llamas y Pedro Páramo a otras lenguas. Apuntó que a Rulfo se le ha traducido a 40 lenguas y que Alemania es uno de los países donde tiene mayor éxito.

Por su parte, Juan Antonio se refirió con cierta abundancia a relatar aspectos personales de Rulfo. Con toda sinceridad afirmó que su padre era uno como todos: formal, la figura que consigue el gasto de la casa, que llega cansado por las tardes y que encuentra en la lectura y la música dos atalayas donde refugiarse.
Platicó que su padre solía escribir de las 12 de la noche a las 5 de la mañana. Reafirma la idea de que escribir es una actividad solitaria. Negó la especie de que alguna de las obras de Rulfo tengan carácter autobiográfico y se apoyó en las propias opiniones del autor. Una nube pasajera cruzó por sus ojos cuando le preguntaron si veía a Rulfo como escritor o como su padre. Luego se repuso y habló más sobre el amor de Rulfo por la fotografía. Fue emotivo.

Lina es acusiosa. Su presentación partió de la tragedia de Rulfo de perder a su madre a los 9 años y de ahí explicó la visión de Rulfo sobre la relación madre-hijo en sus obras. Casi decía que la orfandad le llevó a concebir su estructura narrativa, pero no se atrevió. Lo hubiera dicho para que los estructuralistas se le fueran encima y se armara la pelotera. La madre es fuerza liberadora, dijo Lina. Luego proyectó una serie de fotografías en blanco y negro que Rulfo tomó teniendo como motivo la madre indígena y su relación familiar.

Estuvo bien el evento, salvo que tanto el carrusel de diapositivas como el aparato de sonido parecían sacados de algún comité de lucha setentero porque no servían. Por fortuna llegaron refuerzos y apuntalaron la logística que estaba haciendo deslucir la charla. Al final todos contentos. Cincuenta años no es tanto, es medio siglo nomás.

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