miércoles, octubre 15, 2003

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GOLPE DE TIMÓN

Tuve que enderezar la carabela, plegar las velas y cambiar de dirección: está decidido, no vamos al concierto de Luciano Pavarotti. (Oh, Dios, tampoco podré estar presente en el capítulo final de Amor Real). Sí, la cosa es que se armó en plan grande una expedición de buceo en las edénicas playas rocosas de Sonora, un lugarcito oculto al que las masas no tienen acceso; no sé de donde salió pero el sitio se conoce por el sugestivo nombre de “Himalaya”. Nada que ver, pero así se llama. Bueno, ya he hablado sobre este lugar, pero hablaré de nuevo sobre él. Adelanto que el lugar se presta para filosofar y conocerte a tí mismo aunque, claro, no es exactamente la intención que guardan los que me acompañan, creo que se conocen lo suficiente.

El Himalaya es, pues, una serie de cerros situados estratégicamente junto al mar; en medio de estas formaciones se forman pequeñas ensenadas (playitas rodeadas de cerros) de aguas calmas y transparentes, profundas y frescas. La fauna abunda y prácticamente se puede tirar el anzuelo desde la orilla para obtener una buena pesca, o bien, puedes sumergirte con snorkel, visor y arpón a sacar pulpos y mantarrayas (con fisga es mejor), o simplemente entras con una red de tejido cerrado adherida a un cinturón y armado con una simple tenaza de panadería a colectar caracoles. Alimento garantizado. En el mejor de los casos, que parece será el nuestro, entras con equipo de buceo, colocas trampas para langosta y disfrutas de inmersiones idóneas para fotografías del National Geographic. No exagero, de veras. Jaques Costeau decía que el Mar de Cortés es el acuario del mundo y es muy cierto, si alguien viene por aquí tiene que conocer estos lares.

En principio, para llegar a esta remota playa hay que tener cierto espíritu de aventura, almacenar una dotación dadivosa de cerveza y además contar con vehículos 4x4. Eso parece que ya está listo, pero asumiendo la máxima de Leibnitz de que éste es el mejor de los mundos posibles, adicionalmente se cuenta ya con dos botes con motor fuera de borda que sin duda pueden agregar a la diversión la pesca en altamar, donde algo queda de la temporada de dorado y otras especies suculentas.

Martín, mi primo, es buzo profesional, rescatista de profundidad con especialidad en aguas cenagosas (les digo, el mundo está demasiado especializado ya), y juró que llevaría por lo menos dos equipos de tanques. Luego les cuento.

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