lunes, noviembre 03, 2003

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EL ESTILO EN LA ESCRITURA ES DESECHABLE

Me estoy dando cuenta de que escribir es una ciencia, arriesgándome incluso a coincidir con algunos doctores en "letras" que viven de dar clases.

Antes pensaba que escribir era un arte, pero ahora he cambiado de opinión.

Veamoslo así: Uno de los grandes misterios que he querido desentrañar es el siguiente: ¿qué carajos es lo que resulta poderosamente atractivo en un texto? ¿Qué demonios es lo que nos captura -mamertos mortales- y nos encadena a ser lectores babeantes?

Respuesta: lo que captura al lector es un texto producido por un ESCRITOR. (¿Dicen algo las mayúsculas?). ((Cuando menos, cuando algunos terminen de leer esto habrán experimentado dos cosas: que en ciertas circunstancias las mayúsculas significan algo más, y, que el uso del doble paréntesis es un instrumento referencial pocas veces utilizado pero con un poder persuasivo, al menos, sugerente)).

Adicionalmente has de considerar que el escritor es un lector por obligación, por vocación y por salación. (Ésto último: la salación, es una modalidad de condena, porque el escritor no escogió ser escritor, simplemente lo es (es cosa de darse cuenta... Por ejemplo Kafka nunca se dio cuenta. Era escritor nomás y luego se murió. Hablamos, para decirlo en sus propias palabras, de un bicho que es capaz de escribir desde una perspectiva original -no nos habla de una "cosa original" simplemente- y, lo más sorprendente, escribe a pesar de todo lo que ha leído -aquello potencialmente capaz de influir su escritura-). (("Humphrey, no te hagas wey, sabes que Kafka leía a Nietsche y te has negado sistemáticamente a tocar ese punto y a reconocer esa influencia en su estilo escritural"... -Y qué, Nietsche nunca hizo un tratado sobre los escarabajos...-))

La creación literaria toma todo aquello que forma parte de su bagaje, acto seguido, junta ese bagaje en un recogedor y lo arroja parsimoniosamente al cesto de la basura. Luego continúa. Algunos trataron de encasillar esta facultad en el término ambidiestro "vanguardias".

Se trata de un embrujo mayor, por decirlo de algún modo -tampoco vayan a tomar esto literalmente-, que fue dado al individuo por los dioses (cualquiera que sea la deidad que reconozcas, incluso la que te enseñó tu mamá). (Otro paréntesis. Perdón, pero si lo dejo todo a renglón seguido pienso que se van a revolver. -Sí, los subestimamos, lo sabemos, pero no es por mala fe, es por cosas de didáctica-).

Por ejemplo, en la cultura cristiana -la católica, digamos-, las facultades del individuo entran en la categoría de "don", un "don" que le fue otorgado (¿quién lo otorga si no tu rechingada madre? La que te parió. -Dios, dirán algunos estupefactos-) a determinado individuo y que le distingue de sus semejantes. Es una especie de reparto más o menos azaroso de virtudes entre un número determinado de receptores potenciales.

A algunos les ha tocado el don de "escribir", pero, ¡Santo Dios!, ¿qué pasa?: ¡¡observan ese don y se aterran consigo mismos!!. Empiezan a confundir la gimnasia con la magnesia. Confunden la facultad de escribir con ser "filósofos", "críticos" o "poetas", y se echan a perder -algunos hasta publican en Tierra Adentro ( Tierra adentro, es decir, se sepultan ellos mismos). Otros, movidos por la inmediatez, creen que la imaginación lo es todo y desprecian la formalidad del lenguaje; estos suelen resbalar en los peores lugares comunes que pueden imaginarse -imaginar lugares comunes originales no es cosa fácil-. Repiten hasta la saciedad fórmulas gastadas y cansadas que naufragan en el océano de la vulgaridad, y, lo peor del caso, no se percatan de su propia insensatez.

Comoquiera que sea, escribir es un pedo. (Nótese la ironía implícita). ¿Ven? Todo esto es desechable.

¡¡Deséchenlo!!... si pueden... ja.

¿Qué hora es?

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