jueves, noviembre 20, 2003

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LA REVOLUCIÓN NOS DA UN RESPIRO

Los 20 de noviembre son días muertos, como la Revolución. El desfile deportivo-militar no alcanza para levantar el ánimo de la gente. Hay un grito de rebeldía en los bolsillos que rechazan las melosas palabras de las estadísticas oficiales sobre el crecimiento. Atiza el gobierno la cultura del ya merito pero la economía no alcanza a prender motores y Fox le apuesta su resto a la reforma eléctrica. Mientras esta se aprueba, el presidente le fundió los fusibles al embajador en la ONU, Adolfo Aguilar Zinser quien a partir del 1 de enero tendrá que consultar el aviso económico en busca de chamba. La globalización viene marcando el paso imponiendo Wal-marts y Home depots a su paso. En Beautyfulville la instalación de una nueva planta de la Ford se ve como la gran panacea al entrampamiento económico, laboral y poblacional que viene ahorcando al estado. La ciudad se dispone a absorber, sólo por efecto directo de la planta Ford, 27 mil nuevos moradores.

Rotos los sueños de convertirnos en un país industrial, el gobierno y los empresarios aplauden la inversión extranjera, es decir, la gringa, en materia de maquiladoras y grandes galerones comerciales, como si fuese un destino manifiesto. Me extraña que no veamos aún en el desfile del 20 de noviembre carros alegóricos de Mc Donald's y KFC, que forman parte ya de nuestra mexicanidad.

La búsqueda de nuestros intelectuales de la identidad nacional, la mexicanidad famosa, se ha extraviado entre la diletancia filosófica y el amor al dinero. Nadie quiere soltar su teta, y los intelectuales son parte fundamental del sistema, son los que le dan justificación. Su interpretación de nuestra realidad no alcanza a explicar los sinsentidos electorales, la abulia generalizada y la ausencia de la estrella polar en el horizonte. La vida intelectual de México se ha convertido en un amasijo de complicidades, el gobierno, la comunidad "pensante" y los medios informativos predominantes se reparten la luz de los reflectores.

Por eso el 20 de noviembre se ha convertido en ocasión idónea para estrenar tenis, armar puentes escolares y buscar un cachito de ficticia felicidad en la ausencia de actividad laboral. La Revolución Mexicana al menos nos ha dado eso, un día de descanso.

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