martes, marzo 22, 2005

DESFALCOS DEL AZAR

Apostaría el resto por su orgullo
(maledicencia colectiva)
en un palenque reticular
de vanidades.

Sin despreciar la fe profesional
de la baraja
ni la obsesión de los ocasionales…
lo apostaría todo.

Pide dos cartas solamente
y exhibe la jaqueca de su hacienda
en un pase de magia pueblerina.
(Desliza por la mesa del casino ventricular
una serpiente absurda;
como agonía de fueros ancestrales).

Apostaría el futuro, no sé,
su plusvalía,
sus órganos,
su salud,
su afiliación al reino predilecto,
algo,
quizá su ánima sedienta de alcatraces,
de vírgenes dolosas de ambrosía.

Pero ha caído un siete,
un rey incombinable
y un seis (palos diversos).

La Diosa fortuna
le condena
en su final de sota
y de caballo,
ahora apostaría su ruina,
su mujer,
su calendario…

No sé, es tarde,
se han marchado
los piadosos y las adivinadoras
y en la mesa de la lamentación

nada se puede salvar…

Ni las promesas.

.

Tomado del poemario Divorcios, autores varios, futura publicación (de tan futura, inédita).

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