jueves, marzo 03, 2005

EL POLVO QUE TÚ LEVANTAS
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___Espero que no se me vaya arrancar el Paco Luna porque tuve que levar anclas cuando iba a empezar a leer sus Poemas vaqueros en plena presentación de su libro poémico "El polvo que tú levantes". Es que ya eran casi las nueve y yo tenía que pasar a recoger a la socia para irnos a un concierto del que luego les platico.
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___Por ahora, así, calientito, déjenme resoñar (resoñar: reseñar con nostalgia) la presentación del poemario que editó mi compa Pascual Mora (Editorial Mora-Cantúa) con la complicidad de dos parapetos de renombre: Conaculta y el IMCA (No es el YMCA, sino el Instituto Municipal de Cultura y Arte de Beautyfulville).
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___El IMCA estrenó residencia con esta presentación del trajín poético del Paco, una casona que, haciendo cálculos matreros en plena calle con el maese Ismael Mercado Andrews, debió construirse por allá en los años cincuenta del siglo más bipolar de todos, el XX, en el corazón de la colonia Centenario, cerquita de la Catedral. La arquitectura de esta madriguera culturera es más californiana que Ronald Reagan, blanca de tejas rojas con un patio grande sazonado de mezquites y palo verde; me gusta para organizar carnes asadas y reventones entre los meses de octubre y marzo. Hubo caja llena. Mesas con viandas frías y vino insuficiente pero deleitable y muchos camaradas y maestros de Letras listos a armar boruca.
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___Poly Coronel, quien reparte el queso en el IMCA, habló para abrir la puerta y dar bienvenidas; luego, para decir "esta boca es mía", primero habló el Cantúa, empresario editorial que además de raparse al ras utiliza un lenguaje refinado y elegante (es que es poeta); luego se adueñaron del micrófono la maestra Inés Martínez de Castro y Alejandro Aguilar Zeleny para echar costales de flores al Paco Luna que estaba enmedio del show como un foco prendido (también le dieron abrazos). Hablaron bonito, para que decir que no, especialmente el Alejandro que entiende bien que el lenguaje es una tabla portátil para picar verdura y que no hay que ser rastrero para elogiar a los amigos.
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Finalmente, en el papel de Paco Luna, el propio Paco Luna.
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Antes. Sépase que al Paco lo conozco desde los tiempos en que podía correr por una banda y enviar centros a la olla (correr él, dado que yo era quien recibía los centros). Tiempos esos en los que pensábamos que la cosa era fácil. Dejé de verlo una temporada porque me ganó la ausencia y cuando vuelvo a encontrarlo, noto que su voz no era inmune al humo de los cigarros Delicados y que, de tanto rascarnos la cabeza, se nos va poniendo el pelo blanco. Traíamos los mismos pantalones de mezclilla y los zapatos sin bolear de entonces, después de todo no habían pasado sino 30 años. (En próximas entregas divulgaremos aquí la edad exacta de Paco Luna en descargo de la cifra jubilatoria que antecede a estos paréntesis -vayan calculando-).
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Iba a decir, pues, que el Paco habló, aunque mejor sería decir que leyó y que de alguna manera saca partido a su voz aguardentosa y socarrona pues adquiere un timbre paradójicamente solemne a la hora de la verdad; así disfraza su prodigiosa capacaidad para despellejar protocolos, fundir hielos incómodos y hacernos reir sin reservas. Una delicia escucharlo, en serio, porque sus poemas son de tuétano, abordan netas, y rebozan vernaculeces y chingaderas con los que acierta flechazos de realidad y de imágenes comunes, subrepticias de tan colosales. Será esta la facultad del poeta: anunciar los mundos imposibles que nuestra miopía nos oculta como un mago tendencioso.
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Ya iremos desgranando aquí los polvos que Paco levanta con los perros de su barrio, esos que le cantan a la luna desde la favorable panorámica de una azotea junto al cerro.
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Mañana voy a averiguar en qué termino la cosa. Gut nait.
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