sábado, marzo 05, 2005

HISTORIAS DE SÍ MISMO
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Un día cayó en cuenta de que era imposible conocer a todos los seres humanos. Pensó en la abrumadora cantidad de anécdotas y sueños que jamás compartiría con todas las personas. El idioma, la distancia, la geografía, el tiempo. Imposible. Pensó luego en algo que lo llevó al borde del desánimo: ni siquiera podía darse el lujo de trabar relación con los individuos de su país, "ni siendo presidente", cavilaba. A fin de no sucumbir ante la tentación de aquel impulso socializador, fue cediendo terreno hasta ubicarse frente a unas cuantas docenas de moradores de su colonia, pero, ¡oh Dios!, ni en la época en que fue se desempeñó como empleado del Registro Censal pudo conocer al menos a todos los habitantes de una sola cuadra. Su rostro se iluminó cuando pensó que podía acaso conocer a fondo a los miembros de su propia familia. Qué desilusión. Se topó con cascarones impentrables en aquellos que consideraba cercanos; rutinas y horarios de hijos y parientes limitaban tanto la empresa que optó por encerrarse en sí mismo.
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Un día se vio en el espejo y comenzó a hablarse a sí mismo. Se preguntó primero: "¿Cómo es que no puedo conocer a todo el mundo? ¿Cómo es que no puedo conocer a todos mis paisanos? ¿Cómo no puedo conocer a mis vecinos? ¿Cómo es que no puedo conocer siquiera a mis familiares?
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La imagen en el espejo había repetido instantáneamente cada uno de sus gestos. Después de un silencio prolongado, la imagen no parecía dispuesta a responder. Entonces él comenzó a responder sus propias preguntas. Estaba en eso cuando lo venció el sueño.
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Esa noche, soñó que se realizaba una enorme asamblea donde se encontraban todo el mundo dialogando y festejando el Día de la Unidad Universal. Fue terrible cerciorarse de que él se encontraba ausente de aquella magna celebración. Estaba a punto de abandonarse en el vértigo de la soledad cuando se percató de que una persona preguntaba por él. Como si obedecieran a un impulso extraterreno, de inmediato todas las personas del mundo comenzaron a mirarse entre sí, extrañando la presencia de él. Al cabo de unos minutos, se disolvió la asamblea de la humanidad pues no podía celebrarse una reunión si que faltase alguno de sus miembros.
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Fue entonces que despertó. Movido por el aguijón de un impulso inexplicable se dirigió al espejo, ¡su imagen había desaparecido! No hubo más preguntas.
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2 comentarios:

Manuel dijo...

De ahí hubiera podido iniciar una campaña de credencialisacion tipo IFE … y sin reflejo no habría necesidad de tomarse la foto, sería más barato identificar los habitantes del limbo.

Arevalo dijo...

Recuerdo haber vendido calcomanías del hombre invisible, aunque tuve que dejar el negocio porque pasaron pronto de moda.

Saludos.