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TRANSDIARIO
¡Hijo de puta!, eso soy...
Cuando hice la alineación no me percaté del hecho. Fue hasta que regresamos a casa que caí en cuenta de lo estúpido que soy (soy lento, ya saben). En ese caminito de la escuela, le comento a Lalo Campa, burlándome, que el capitán del equipo rival no tuvo mejor idea para armar su cuadro que escoger primero, sin mayor reflexión, a su mejor amigo. ¡Qué ocurrencia!, pues resulta que su cuate no sabe cosas tan elementales como que el portero puede tomar el balón con las manos o lo que significa un tiro de esquina. "Y aún así lo escogió, ¡qué loco! ¿no?, por eso perdieron..." señalo con vehemencia, mientras retiro con el pulgar el sudor de mi frente.
Eduardo Campa, mi vecino, mi amigo de toda la infancia, ese niño talentoso que puede acompañar en el piano un sinfín de canciones (*) sin que jamás haya llevado estudios de ese instrumento; ese que escribe breves obras de teatro y las estrena en el patio de su casa deslizando un improvisado e ingenioso telón, cobrando una quora (25 ctvs de dólar), armando el elenco con todos nosotros, actores de callejón, descalzos y agrestes; capaz de dibujar y pintar con una maestría que apenas se aprendería con años de academia, pero que en él brota con una naturalidad asombrosa; ese amigo que en cuanto lleguen los años de preparatoria tomará su propio camino y dirá adiós a todos en busca de tierras más propicias, se me quedó mirando con sus ojos verdes y profundos, con una expresión entre amarga e inquisitiva y me dijo: "Claro, lo escogió porque él sí reconoce a sus amigos".
¿Ves, idiota, cómo tú no eres capaz de reconocer a tus amigos? ¿Ves cómo será necesario que esa frase, ese legítimo reclamo, te persiga el resto de tu vida para que aprendas? ¿Ves que tú no te dignaste ni siquiera a considerar la posibilidad de que Lalo, nacido el 5 de diciembre de 1955, 70 días antes de que tú, alineara, por no dejar, al menos de defensa?
Para él el problema no es que alinee o no en el equipo, el problema es que ni siquiera pase por tu cabeza que él existe.
Seguimos caminando. Callados. Nunca más tocaremos el tema de la amistad otra vez. Nada que agregar. Es la primavera de 1968.
El Lalo no es sobresaliente en la escuela, pocas veces saca un nueve en clase, pero puede hacer cosas que nadie intentaría, por ejemplo: formar con plastilina un busto de Miguel Hidalgo con una expresión semejante a la del Séneca que se encuentra en la casa Rubens, en Amberes. Quién va a saber ahora que se va a morir a principios de 2002 en un quirófano de Monterrey. Lo van a enterrar con un paquete de Marlboro rojos. Yolanda, su hermana mayor, no sé como, va a conseguir mi número teléfono para darme la noticia. Por ahora ella trabaja en Bancomer y nosotros nos entusiasmamos viendo su calzones de colores colgados en el tendedero.
(*) Jesús Eduardo Campa Field toca en el piano blanco que habita la sala de su casa canciones de los Beatles como Lady Madona, Michelle y She loves you, lo mismo que las canciones de Agustín Lara que le gustan a su papá. Su papá mata víboras de cascabel echándoles gasolina y prendiéndoles fuego. Éstas aparecen con cierta frecuencia en nuestro barrio porque vivimos en pleno desierto de Altar. Es curioso pero las serpientes no huyen, simplemente se retuercen y mueren quemándose; no deja de sorprendernos la actitud del señor Campa pues no le impresionan esos reptiles venenosos, simplemente los elimina. Por cierto, cuando se achicharran víboras huele horrible.
2 comentarios:
Me encontré esta publicación por google al parecer habla de mi padre , me gustaría tener contacto con usted para ver si nos platica alguna otra anécdota de su infancia saludos
Me encontré esta publicación por google al parecer habla de mi padre , me gustaría tener contacto con usted para ver si nos platica alguna otra anécdota de su infancia saludos
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