lunes, abril 19, 2004

.
¿SOBREVIVIRÁ LA FILOSOFÍA?

El domingo me la pasé de pleito con Leibnitz, entrampado en su Monadología y su Teodicea. Trato de reponerme. No es indispensable que leas el post que viene a continuación, es más, se te advierte que puede ser nocivo para tu salud.

Desafortunadamente, la filosofía ha venido convirtiéndose en una materia en peligro de extinción, un T-Rex del conocimiento. Pese a que en otros momentos era considerada como un área de estudio básico superior, actualmente es ignorada y tratada como objeto desechable por quienes elaboran los planes de estudio de nuestras universidades. La aportación de la filosofía a la capacidad de análisis y al ejercicio reflexivo del ciudadano se ha minimizado a tal grado que ni siquiera se considera, en muchos casos, una materia de necesaria información general.

No es descabellado afirmar que el pragmatismo predominante y su cultura utilitarista, filosofía de la llamada globalización (Jurasic Park del empirismo británico), vayan ganando espacios en los medios académicos y desplacen a áreas fundamentales en la formación humanística del individuo. Hoy en día se da preeminencia a aquellas materias "técnicas" indispensables para insertar al individuo en un universo cultural y laboral dominado por los requisitos de la economía de mercado (léase maquilas). En tal sentido, resulta cuestionable que algunas instituciones de educación media y superior desempeñen un rol de sumisión frente a las exigencias del mercado, y renieguen de áreas fundamentales del pensamiento universal. Pareciera que en un mundo regido por el "hágalo usted mismo" y el "aprenda esto y aquello en tres lecciones", el estudio de la Filosofía y la Historia, entre otras materias, fuese "impráctico" y aún estorboso. En el fondo, la corriente utilitarista pretende diluir la memoria histórica y eliminar en alguna medida la capacidad de reflexión del ciudadano.

Veo este caso: Pese al impacto de sus aportaciones científicas y filosóficas, el nombre de Leibnitz resulta prácticamente desconocido para los mortales preocupados más por la salud de Diego Armando Maradona y el estado civil de Christian Castro. Menos aún se conoce el papel crucial que en materia política y diplomacia desempeñó en su momento este pensador.

Chequen esto: El Renacimiento significó en buena medida la resurrección de los filósofos de la antigüedad, desplazados por el predominio aristotélico del pensamiento tomista. Los escritos de Parménides, Heráclito y especialmente Platón fueron retomados por individuos como Pico de la Mirándola y Marsilio Ficino ante el agotamiento de la filosofía medieval. En Europa, el neoplatonismo abrazado por filósofos influyentes como Nicolás de Cusa, y en pensadores con huevos como Leonardo da Vinci, se encontraba al mismo tiempo imbuido fuertemente por el pensamiento cristiano. Fenómenos como la Contrarreforma y la inquisición fueron resultado de la vocación extrema de ese período, quizá su más rancio desenlace.

La Reforma protestante había significado un fuerte cuestionamiento a las instituciones religiosas que orbitaban alrededor del poder vaticano y a su filosofía. Escepticismo frente a la autoridad papal (que era un verdadero des-papa-ye), desdén a las instituciones y una fuerte rivalidad política entre los nacientes estados nacionales fueron elementos claves en la liberación que experimentó el pensamiento de la época.

Con los dolores naturales de un parto complicado, la crítica fue liberándose de los férreos controles de la religión, el pensamiento gustó de las mieles del escepticismo y pudo hacer de la duda un sistema de reflexión. A las lagunas de la fe había que oponer un principio de búsqueda; a la inconsistencia de los sistemas medievales una nueva forma de cuestionar.

La aparición de la imprenta viene a coronar esta mutación. Conforme las letras se multiplican, gana el lenguaje en significado, se liberan los grilletes de la memoria oral y el intelecto va de cacería a esferas inexploradas. Descartes es un fruto natural de esta nueva circunstancia, encarna la duda metódica y la necesidad de explicar la fenomenología de la Naturaleza; hurga en el pensamiento matemático como una válvula de escape a fin de oxigenar la insuficiencia doctrinal y dogmática de instituciones religiosas desgastadas por su propio conformismo y su carácter convenenciero.

El hombre ahora es nuevamente pensamiento puro. Vuelve a la carga en busca de las causas últimas. Ha de recurrir a Dios pero no en los cargados ambientes góticos del medioevo sino a través de los amplios ventanales de la razón que diseñaron los renacentistas y que abrieron de par en par los racionalistas. Será Descartes quien presente el típico sistema racionalista, el primero. La explicación del universo será sometido al juicio de la razón porque ésta puede indagar ahora en territorios que antes le eran vedados. Búsqueda es el nuevo nombre de la filosofía, al menos su más reciente vestimenta. La verdad al alcance de la razón, nada hay que temer. Tales fueron las consignas del racionalismo.

Aquí es donde entra Leibnitz, pero justo es tomar un respiro y volver luego a zambullirnos en este laberinto.

(Si llegaste hasta este punto, recibe nuestras más sinceras felicitaciones, estás apto para incrusionar en materias más complicadas como el buceo, la teoría para detener penales -válida únicamente para porteros zurdos- y la técnica que optimiza cómo acomodar fajos de billetes en un saco convencional de tres botones. Si no llegaste hasta aquí, pues que pena porque no podrás recibir las "más sinceras felicitaciones" que habíamos guardado para este párrafo).

¿Qué hora es?

No hay comentarios.: