jueves, agosto 03, 2006

SORDOS DIÁLOGOS
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___No era la primera vez que ocurría, aunque no de esa manera. El tipo cambiaba el tono de voz mientras se movía espasmódicamente, jadeando, como si quisiera alcanzar el orgasmo y no pudiera, como si estuviera al borde de desconcentrarse. “Estela, Esteliiiita”, decía a media voz, entrecortada y lúbrica, y sus dedos se aferraban a los hombros de ella con fuerza desmedida, lastimándola. Ella aguantaba las embestidas sin quejarse, temerosa de abortar los intentos del hombre que se balanceaba encima penetrándola hasta el límite. En unos segundos, entre las exclamaciones y gemidos del hombre se escuchaba: “Mary, Mary, así, asííí”, mientras atacaba con mayor fuerza, luego cambió nuevamente a “Estela”. Ella aguantaba esperando lo que finalmente ocurrió: el tipo eyaculó con un gesto de rabia, estuvo moviéndose unos segundos, luego se detuvo, se incorporó sobre sus brazos y miró los ojos de la mujer que sonreía nerviosamente. “¿Te veniste, papacito?” le preguntó en un susurro. El tipo no dijo nada. Se tiró a un lado y se quedó mirando el techo como si escudriñara en algún recuerdo profundo. Ella se levantó y se encaminó al baño, luego se escuchó la regadera. Unos minutos después salió envuelta en una toalla, el tipo seguía viendo el techo de la habitación; enseguida se levantó, tomó su ropa y se se metió a la ducha. Cuando salió, vestido ya, ella lo esperaba. Apagaron la luz y abandonaron la habitación, luego se escuchó el ruido de la cochera y el auto en retirada.
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___No hablaron hasta que ella insinuó que la dejara en el mismo lugar. Sin decir nada, él accedió. En el camino ella comenzó a recordar la primera vez que visitó al psicólogo. Tenía 14 años. "¿Fue tu papá o tu hermano?", recuerda nítidamente la pregunta a quemarropa que le hizo el especialista en cuanto estuvieron a solas. Comenzó a llorar ante la mirada impasible de su interlocutor. “Mi hermano”, dijo, y a guesos brochazos contó la historia.
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___Cuando descendió del auto, el hombre la despidió con un gesto de adusta cortesía. Una sonrisa mutua, sin palabras. Luego se dirigió al zaguán donde aguardaban otras mujeres. En el trayecto iba pensando “fue mi papá, fue mi papá” y una lágrima se escapaba entre el rimel de sus pestañas hasta topar con la pintura de labios. Era un incendio que no logra extinguirse, ese que se aviva en ciertas circunstancias, en noches como ésta.

3 comentarios:

Manuel dijo...

¿Quién puede disfrutar después de haber conocido el sexo de esa manera tan triste?
Somos animales que se escudan en sus instintos?

EL MATUTE dijo...

Saludos nacho, gracias por la visita, igualmente por aqui te estare visitando.

Ada Pantoja dijo...

segun lo entendi yo, no lo disfruto...

y yo entiendo de cosas como esa.