DEAN, EL HURACÁN Y EL PRINCIPO DE UBICUIDAD

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___Observo la actitud de Joaquín López Dóriga al presentar el paso del huracán Dean desde la ciudad de Chetumal, Quintana Roo (en Chetumal él, no yo). Su crónica es una secuencia entrecortada de la madrugada de hoy. Su rostro y su voz no transmiten el miedo que uno supondría en medio de un fenómeno incontrolable. No hay muertos, las inundaciones predecibles se presentaron con bajo perfil y no han causado los daños que quizá López Dóriga hubiera secretamente esperado si tuviese en mente ganar algún premio de periodismo, a juzgar por su calculada osadía de pernoctar en medio del huracán informando. Pero no hay muertos y eso significa que Dean no es tan mortífero como se anunciaba.

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___Me pregunto si la presencia de los medios ha funcionado para catalizar la campaña de prevención de los cuerpos de protección civil. No lo creo. Si un fenómeno como Stan, Paulina o Gilberto desatan la furia extrema de la naturaleza, ésta se manifestará de forma impredecible, devoradora e incontrolable. No es aventurado suponer que López Dóriga estuviese esperando, con cierto sesgo de conveniencia, un desastre récord.

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___Pese a los daños, Dean se ha comportado como un caballero; el dramatismo y la histriónica heroicidad que imprime López Dóriga a su reportaje traslucen el guión sobreactuado de un informador ansioso por aparecer en un virtual y legendario "ojo del huracan" informativo.

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___¿Es posible que alguien desee la presencia de un mal superlativo en aras de figurar como portador de noticias de primer orden? La respuesta reside en lo que el público lector identifica como "nota roja". Hasta el momento, por fortuna, Dean no parece tener el instinto sanguinario que suponían los meteorólogos.

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___Quizá en Veracruz y Tabasco Dean desate el nudo de la tragedia, ojalá que no. Pero, haga lo que haga, Dean ha puesto al ticher López Dóriga en clarísimo off side.

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