BUZOS II
.___La tarde del sábado, luego del segundo descenso, los buzos salieron un poco cansados. Ahora habíamos estado inmersos por espacio de una hora. Digo "salieron cansados" porque yo me sentía con ganas de seguirle, considerando que, como dije antes, el calambre había evitado que los acompañara en la primera jornada. Jorge, como instructor, tomó la ruta de los principiantes al iniciar a Bert, otro de los acompañantes, en su primera experiencia con la profundidad. Abraham y Ramiro, otros amigos, prepararon carne asada, salsas y frijoles, de modo que todos pudimos disfrutar una excelente comida-cena con cerveza. Esa tarde, todos trepamos el cerro del Himalaya para contemplar el espectáculo del atardecer, un atardecer de naranja de los que se quedan para siempre en la retina. Soplaba un aire fresco y a lo lejos unos lobos marinos se marchaban molestando el espejo tranquilo el mar.
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___La fatiga llevó al grupo a tomar la decisión de cancelar el buceo nocturno. Era demasiado ya. La mayoría dormimos al aire libre bajo un viento irregular, otros se metieron en sus tiendas de campaña; truenos y relámpagos contaban sus historias de agua, pero mantuvieron la distancia. Dormimos sin la necedad de los mosquitos pero no pudimos librarnos de un mapache que desde el primer día atentó contra la integridad de una barra de pan. Ahora, el pequeño mamífero se paseaba con naturalidad por el campamento hurgando entre las tortillas y los residuos de carne, sorprendido quizá de que nadie lo fotografiaba. La madrugada se lo llevó.
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___El domingo anunciaba el fin de la aventura. Seis hombres abordamos la lancha temprano, nuestro destino era ahora "La ventana", una formación rocosa que se encuentra sumergida a unos doscientos metros del cerro; ahí encontramos valles y cañones submarinos poblados de distintas especies de lo más vistosas; en uno de los recovecos se encuentra un aro de piedra, la famosa "ventana", que todos quisimos atravesar entre una nube de peces de colores que festejaban el curioso pasadiso. Nuevos encuentros con mantas, pulpos y morenas que nos conformamos con observar y fotografiar. En un momento, Jorge comenzó a ajustar la válvula de mi tanque que tenía una leve fuga de aire. Sentí un poco de nervios, pero me indicó que todo estaba bien; en un momento me sentí un poco torpe porque al preguntarme por la cantidad de aire que registraba mi reloj, dije con señas manuales una cantidad errónea. La cosa no pasó a mayores. Luego del festín visual salimos a la superficie, abordamos la balsa y regresamos a la playa emocionados y atropellándonos en la conversación. De mi calambre ya ni me acordaba. No tuve tiempo ya de ver las tablas y láminas de buceo que Jorge llevaba, un interesante compendio que todo buzo debe conocer; ya habrá ocasión de compatir esta parte teórica del deporte.
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___El epílogo de estos viajes siempre es fatigoso. Desmontar el campamento, desinflar colchones, cargar el equipo y la balsa, sacar de la arena el remolque, y acomodar luego todo en los vehículos es un trago amargo pero necesario. En plan de broma, Juan Carlos señalaba que, sin pecar de racismo, estaría contento de llevar un par de "negros" que cargaran con todo. Aligeró las cosas que el día estuvo nublado. Emprendimos el viaje de regreso, mientras ascendíamos por los escarpados caminos observábamos a nuestras espaldas el silencioso Mar de Cortés, magnífico como un enorme Tláloc descansando.
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___Llegamos a Beautyfulville a las 5 de la tarde, desembarcamos una parte de la carga y la mayoría continuó con rumo a Arizona. El viaje fue una especie de regalo para todos donde el relax y la camaradería se compartieron a manos llenas. Resignados por la efímero de la jornada, nos animaba la posibilidad de repetir la andanza en un futuro próximo. Gracias Juan Carlos, Jorge, Pancho, René, Efraín, Bert, Abraham, Ramiro, César y Ramón.
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___No te mueras sin disfrutar de la experiencia de arrancar algunos secretillos al océano.
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1 comentario:
Quiubo, te la estás perdiendo... Je. Saludos a la family...
NM
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