UNA DE CHARCOS
(Cuento para Brandon, Ignacio y Marco Antonio)
(Cuento para Brandon, Ignacio y Marco Antonio)
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___Marcelo regresaba del taller de su padre, dejó su bicicleta y entró a la casa con los tenis escurriendo agua y los pantalones mojados hasta la rodilla. Su madre lo observó sorprendida y su rostro mostró instantáneamente un velo de impaciencia, pero, antes de que pronunciara palabra, el pequeño explicó que la lluvia había encharcado los alrededores y que era imposible evitar mojarse. La argumentación del pequeño no era tan pueril como se supondría pues aunque se fincaba en una mentira, contenía elementos suficientes para hacerla verosímil, adicionalmente el tono de su voz no dejaba lugar a dudas, al menos no en la perspectiva de su madre. Esto era lo que pudimos captar de aquel cuadro en una primera impresión.
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___Había llovido copiosamente la noche anterior y se habían formado algunos charcos en las hondonadas de las calles y en los patios de las casas, sin embargo, esos charcos eran fácilmente evitables para los transeúntes o ciclistas. Esa mañana, Marcelo observó a un par de amigos suyos divertirse introduciendo sus bicicletas en una zanja donde el agua se anegaba sobre un fondo lodoso de color oscuro; no lo pensó dos veces y se unió a la diversión. Nada le causaba mayor placer que sentir cómo, a medida que se introducía en la zanja, se incrementaba la dificultad para avanzar. Así permaneció ahí, por espacio de media hora, entrando y saliendo a la zanja, con los tenis y el pantalón remojados.
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___Marcelo regresaba del taller de su padre, dejó su bicicleta y entró a la casa con los tenis escurriendo agua y los pantalones mojados hasta la rodilla. Su madre lo observó sorprendida y su rostro mostró instantáneamente un velo de impaciencia, pero, antes de que pronunciara palabra, el pequeño explicó que la lluvia había encharcado los alrededores y que era imposible evitar mojarse. La argumentación del pequeño no era tan pueril como se supondría pues aunque se fincaba en una mentira, contenía elementos suficientes para hacerla verosímil, adicionalmente el tono de su voz no dejaba lugar a dudas, al menos no en la perspectiva de su madre. Esto era lo que pudimos captar de aquel cuadro en una primera impresión.
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___Había llovido copiosamente la noche anterior y se habían formado algunos charcos en las hondonadas de las calles y en los patios de las casas, sin embargo, esos charcos eran fácilmente evitables para los transeúntes o ciclistas. Esa mañana, Marcelo observó a un par de amigos suyos divertirse introduciendo sus bicicletas en una zanja donde el agua se anegaba sobre un fondo lodoso de color oscuro; no lo pensó dos veces y se unió a la diversión. Nada le causaba mayor placer que sentir cómo, a medida que se introducía en la zanja, se incrementaba la dificultad para avanzar. Así permaneció ahí, por espacio de media hora, entrando y saliendo a la zanja, con los tenis y el pantalón remojados.
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___No sabemos en qué preciso momento Marcelo urdió el cuento de los charcos inevitables, el que minutos después despejará la ira momentánea de su madre, pero podemos aventurar que fue cuando observó a sus amigos jugando y mojándose despreocupadamente.
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___El argumento de Marcelo pareció inobjetable a su madre, especialmente porque ella había observado desde la ventana de la sala que el agua de la lluvia aún corría por la calle, aunque con un escaso caudal. Por un instante, un pensamiento pasó por la mente de Marcelo, un detalle en el que no habíamos reparado: si los charcos eran inevitables, ¿cómo explicar que cuando llegó al taller a entregar la comida su ropa estaba seca? Se preguntó si su madre comentaría a su padre el incidente, lo que echaría por tierra su versión, o si el incidente merecía que se olvidara pronto. Marcelo prefirió inclinarse por pensar esto último. En caso de que sus padres notaran de alguna manera que Marcelo se había mojado deliberadamente, quedaba aún el recurso de señalar que al arribar al taller, situado a escasas cuadras de la casa, había llegado mojado (aunque no tanto como al regresar, subrayaría en dado caso) pero que su padre no había puesto mayor atención al hecho, o en última instancia y llevando las cosas más allá, podría argüir que había resbalado en un charco cuando regresaba del taller pero que le avergonzaba confesarlo, lo que sin duda aplacaría toda suspicacia haciendo más verosímil aún su historia inicial, de todas formas, quién iba a imaginar lo de la zanja. De antemano, la mente de Marcelo descartaba la necesidad de utilizar esta última carta, pero no la eliminaba del juego.
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___Aparentemente nadie enseñó a Marcelo a ejercitarse en la prevaricación. Si su madre había notado antes cierta capacidad en Marcelo para relatar con coherencia y solidez, eso no causó en ella una emoción semejante a la que experimentó cuando el pequeño Marcelo comenzó a caminar o a pronunciar palabras. Fue hasta el día en que se enteró de que Marcelo había faltado a la sesión sabatina de la doctrina cuando comenzó a desconfiar en la palabra de su hijo y, posteriormente, comenzó a percatarse de la capacidad del pequeño para inventar mentiras.
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___El argumento de Marcelo pareció inobjetable a su madre, especialmente porque ella había observado desde la ventana de la sala que el agua de la lluvia aún corría por la calle, aunque con un escaso caudal. Por un instante, un pensamiento pasó por la mente de Marcelo, un detalle en el que no habíamos reparado: si los charcos eran inevitables, ¿cómo explicar que cuando llegó al taller a entregar la comida su ropa estaba seca? Se preguntó si su madre comentaría a su padre el incidente, lo que echaría por tierra su versión, o si el incidente merecía que se olvidara pronto. Marcelo prefirió inclinarse por pensar esto último. En caso de que sus padres notaran de alguna manera que Marcelo se había mojado deliberadamente, quedaba aún el recurso de señalar que al arribar al taller, situado a escasas cuadras de la casa, había llegado mojado (aunque no tanto como al regresar, subrayaría en dado caso) pero que su padre no había puesto mayor atención al hecho, o en última instancia y llevando las cosas más allá, podría argüir que había resbalado en un charco cuando regresaba del taller pero que le avergonzaba confesarlo, lo que sin duda aplacaría toda suspicacia haciendo más verosímil aún su historia inicial, de todas formas, quién iba a imaginar lo de la zanja. De antemano, la mente de Marcelo descartaba la necesidad de utilizar esta última carta, pero no la eliminaba del juego.
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___Aparentemente nadie enseñó a Marcelo a ejercitarse en la prevaricación. Si su madre había notado antes cierta capacidad en Marcelo para relatar con coherencia y solidez, eso no causó en ella una emoción semejante a la que experimentó cuando el pequeño Marcelo comenzó a caminar o a pronunciar palabras. Fue hasta el día en que se enteró de que Marcelo había faltado a la sesión sabatina de la doctrina cuando comenzó a desconfiar en la palabra de su hijo y, posteriormente, comenzó a percatarse de la capacidad del pequeño para inventar mentiras.
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___Aquella tarde, mientras enjuagaba los pantalones y los tenis de Marcelo, recordó el incidente de la doctrina. Llamaba la atención especialmente que Marcelo hubiera disfrazado la inasistencia a la sesión religiosa relatando con detalle un pasaje del Viejo Testamento que había conocido en sesiones anteriores, el del diluvio. Fue gracias a su vecina, cuyo hijo faltó también ese día a la clase de doctrina, que la madre de Marcelo se enteró de la verdad: algunos niños faltaron a su deber por quedarse en el parque disfrutando la función de los payasos que había contratado el candidato a diputado del partido oficial en el cierre de su campaña. Ante los ojos de la vecina, la falta a la doctrina se justificaba tanto por la edad de los niños como por el inusual acontecimiento. El argumento de la señora no era desproporcionado, pero lo que preocupaba a la madre de Marcelo era la facilidad con que su hijo armaba la historia del diluvio como pantalla de un flagrante embuste que, para colmo, contravenía las enseñanzas que suponen las clases de las catequistas. Después, cuando la madre averiguaba si era frecuente que Marcelo faltara, se enteraría de que su hijo había engañado también a la catequista diciéndole que había faltado a la sesión porque el candidato que había cerrado su campaña en el parque el sábado anterior era su tío y que fue imprescindible acudir al acto.
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___Ese era Marcelo. Por la noche, en lo que hubiera sido para la madre el momento ideal para comentar las circunstancias de aquel día, incluido quizá en primer término el incidente de Marcelo, el padre llegó borracho.
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___Ese era Marcelo. Por la noche, en lo que hubiera sido para la madre el momento ideal para comentar las circunstancias de aquel día, incluido quizá en primer término el incidente de Marcelo, el padre llegó borracho.
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___Esa noche volvió a llover mucho. En su lecho, Marcelo pensaba que al día siguiente, la zanja presentaría condiciones inmejorables para cruzarla en bicicleta. Se persignó como lo hacía cuando el sacerdote proclamaba el Evangelio, cruzando sus dedos índice y pulgar, con la formalidad que le había enseñado la catequista. Se recostó mientras escuchaba el ruido pertinaz de la lluvia, rondaban en su cabeza ya un par de buenas excusas para meterse a la zanja. Enseguida se durmió.
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2 comentarios:
Buenisimo, nacho. Me recordo muchos momentos de mitomania
en mi infancia. En aquel entonces podia mas la culpa
aunque mis historias fueran coherentes.
Hoy ya quisiera uno recobrar esa capacidad para inventar falsedades frescas sin esfuerzo alguno y entintarlas.
saludobodos.
Charly
Gracias Charly por el comentario...
Alguien me pereguntaba se era éste un cuento para niños y bueno, es un cuento de niños pero detras de la historia sencilla busqué un manejo yuxtapuesto del tiempo y de algunos símbolos, lo que a algunos podrá parecer tedioso.
Nos leemos... HB
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