NOCHE DE BODAS
. Pasaban de las doce cuando Alonso colocó sobre sus hombros el sostén de la armónica, rasgueó la guitarra confirmando la afinación y dijo “buenas noches, soy Alonso López y voy a cantar unas cosas”. Luego comenzó a tocar The piano man de Billy Joel con la emoción y destreza que lo han onvertido en el mejor trovador de Beautyfulville. Ustedes saben, esa canción no es fácil y la letra es como las de Sabina, nunca se repite, por eso la gente agradeció con un prolongado aplauso. Lástima porque nosotros teníamos que despedirnos de la celebración. Aunque la fiesta era joven, había que tomar carretera con todo y la revoltura de whiskies y cerveza que ya llevábamos encima.
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Miramar, una de las playas más disfrutables del puerto de Guaymas, tenía anoche un agradable clima templado, ideal para estar ahí acompañando a Rolando y a Karina que por la tarde habían contraído matrimonio en la parroquia del legendario y cercano pueblo de Empalme, cruce de ferrocarriles. Llegamos temprano con atriles, partituras y buenos deseos en la cajuela para cantar la misa nupcial. Rolando cantó el Ave María de Schubert y todo salió redondo como un sueño donde no hay autoridades. La pachanga fue amenizada por la Tuna del Sol, una estudiantina formada mayormente por amigos de los novios capaz de convertir a un asilo de ancianos en un desfile del 20 de noviembre.
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Rolando salió hace unos meses de una ruda colostomía que hizo titubear su vida y lo obligó a una prolongada convalecencia, sin embargo, su talento tiene aún mucho que dar: Recién firmó el otorgamiento de derechos para que los Enanitos verdes graben una de sus composiciones; él ha cobrado fama como musicalizador de obras de teatro, performances y como arreglista. Ahora se casó y quisimos acompañarlo en ese duro trance.
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Llegamos a Beautyfulville molidos. Eran las tres de la mañana y había todavía que seguir soñando.
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Miramar, una de las playas más disfrutables del puerto de Guaymas, tenía anoche un agradable clima templado, ideal para estar ahí acompañando a Rolando y a Karina que por la tarde habían contraído matrimonio en la parroquia del legendario y cercano pueblo de Empalme, cruce de ferrocarriles. Llegamos temprano con atriles, partituras y buenos deseos en la cajuela para cantar la misa nupcial. Rolando cantó el Ave María de Schubert y todo salió redondo como un sueño donde no hay autoridades. La pachanga fue amenizada por la Tuna del Sol, una estudiantina formada mayormente por amigos de los novios capaz de convertir a un asilo de ancianos en un desfile del 20 de noviembre.
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Rolando salió hace unos meses de una ruda colostomía que hizo titubear su vida y lo obligó a una prolongada convalecencia, sin embargo, su talento tiene aún mucho que dar: Recién firmó el otorgamiento de derechos para que los Enanitos verdes graben una de sus composiciones; él ha cobrado fama como musicalizador de obras de teatro, performances y como arreglista. Ahora se casó y quisimos acompañarlo en ese duro trance.
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Llegamos a Beautyfulville molidos. Eran las tres de la mañana y había todavía que seguir soñando.
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