domingo, marzo 26, 2006

TRANSDIARIO
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Posdatas.
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___Mi hermano conserva un archivo con textos que escribió mi madre a lo largo de sus años (los de mi madre, no los de él). Ella murió prematuramente en 1984 y durante algún tiempo estuve maldiciendo al gobierno y a la Organización Mundial de la Salud por no haber iniciado antes las campañas contra el cáncer de mama, al menos digamos desde fines de los sesentas (que desde esa fecha hubiera desplegado sus campañas, no que estuve maldiciendo). Después me dí cuenta de que era absurdo amargarme y que culpar a alguien de su muerte no repararía su pérdida.
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___Con su látigo trenzado, la Historia va enseñándonos que la resignación es una medicina indispensable en el botiquín familiar y que no todo se arregla con voluntarismo o buenos deseos.
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___Entre los textos que menciono se pueden encontrar cartas, crónicas, pensamientos, poemas y reflexiones que mi madre escribía desde el mostrador de su tienda de abarrotes. Entre las hojas de renglones azules arrancadas de su cuaderno, o desde la curiosa tipografía de la vetusta Remington familiar -era una excelente mecanógrafa-, pueden reconocerse además frases célebres de Benjamín Franklin, León Tolstoi o Martin Luther King. Indudablemente es curiosa esa colección.
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___No es de extrañar, pero mi madre era una mujer muy católica que nos enseñó el Padre nuestro hincados sobre sacos de azúcar y de frijol, en el almacén del abarrote, y en el pasillo de la mercancía aprendimos también de matemáticas y de relaciones públicas. Conservo el primer Cristo de mi infancia en un baúl. No veo por qué no decirlo, era mi madre comprometida militante del PRI, y le molestaba que un gobierno priísta, el de Gustavo Díaz Ordaz, hubiera encarcelado a mi padre por oponerse a sus centralistas decisiones para imponer candidatos. Pero eso es otro cuento.
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___Guardaba gran respeto por las mujeres, incluída y subrayada la tía Lolita Duarte, que en los años cincuenta hicieron posible el voto femenino en Sonora y en otros estados. Era de ese calibre mi madre. En la vida cotidiana se manifestaba siempre dispuesta a compartir su experiencia y su sapiencia con la gente del barrio que coincidía en "Los Pinos", su tienda, a comprar huevos y manteca, papel sanitario y sopa de pasta.
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___A la menor provocación, mi madre era consejera espiritual, psicóloga o veterinaria, y no le era ajeno explicar las propiedades curativas y culinarias de los condimentos, o las diversas formas de ahorrar para los juguetes de Navidad. Si surgía algún problema legal, se convertía con facilidad en abogada defensora o en perito de aseguradora.
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___Sin embargo, nada llamaba más mi atención que sus capacidades como intérprete y traductora. Había aprendido el inglés por ósmosis; no por otra cosa, sino por haber nacido en la fronteriza ciudad de Nogales y por haber vivido la mayor parte de su vida adulta en San Luis, Río Colorado, donde nacimos mis dos hermanos y yo.
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___Pero eso no es todo. Por razones fortuitas, se vio en la imperiosa necesidad de enseñar el idioma español a una familia japonesa que se mudó justo enfrente de nuestra casa. Este hecho, menor si se quiere, influó enormemente en nuestra formación intelectual, la de sus hijos, quienes tuvimos la fortuna de conocer, por razones de frontera y de contigua relación con esa familia japonesa, que existen culturas distintas de la nuestra, que no todo mundo concibe del mismo modo la vida, la religión y las costumbres, y que "el otro" puede ser (el "raro") mucho más inteligente que tú.
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___Mi madre le enseñó el español a esa familia; a María Wakida, una japonesa arrancada de un barrio de Kioto o de Nagasaki para emigrar a un mundo desconocido, de la noche a la mañana, cuando apenas despertaba del sueño de la adolescencia. No debió haber sido fácil para ella, ni siquiera "María" era su nombre, pero en el trance migratorio las cosas toman formas inesperadas. La adaptación es una condición natural de nuestra especie y mi madre de alguna manera lo entendía. De ahí su vocación por caminar almas en el mejor de los mundos posibles.
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___No sé como catalogar esos textos de mi madre hablando de su propia experiencia de vida, de sus propósitos y sus miedos. Sean acaso catalogables. Quizá merecen quedarse donde están: ocultos y esporádicos, subrepticios y reveladores.
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1 comentario:

Mary Carmen San Vicente dijo...

Imagínate lo que hubiera sido si tu madre hubiera tenido al alcance la tecnología de un blog uyyyy qué maravilla verdad ? Así lo dirán un día tus nietos, "Vamos a ver el blog de mi abuelo Humprhey" jaja ay hasta escalofrío me dio !

Tu hermano y tu tendrían que llevar esa recopilación de escritos a estar en pasta dura, como lo menciona por ahí el magnético.

Un besito nostálgico