jueves, agosto 02, 2007

Echen un ojo a este textísimo de Manuel Llanes http://perrolobo.wordpress.com
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Once notas acerca de la novela moderna
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Después de 400 años de la aparición del Quijote, es momento de reflexionar acerca de un arte que ha sido clave para la humanidad.
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Por Manuel Llanesmllanes@primera-plana.com.mx
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1) Abogar por la verosimilitud en las novelas es como decirle a una bella mujer morena: "Lo siento, pero no puedo amarte, tienes que ser rubia". La verosimilitud es un concepto decimonónico y demoniaco, que Kafka se encargó de deconstruir con sus incomprendidos libros de comedia muda.
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2) De las novelas sólo hay que esperar conocimiento: una imagen novedosa de un aspecto de la existencia hasta entonces ignoto. Casi nada.
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3) Antes pensaba y decía: "La literatura debe conmover". Pero ya no estoy tan seguro. Ahora desconfío de los sentimientos, que a veces son los emisarios del equívoco y la sinrazón. Puedo conmoverme con cualquier cosa, con la película pretendidamente sentimental o el discurso afectado, porque mi llanto no es la gran cosa, ni el de nadie. No necesito una gran novela para una lágrima: para eso me basta el más vulgar de los mundos. Por ejemplo: la telenovela promedio de Televisa. ¿Acaso no convoca al llanto, la emoción y los lamentos? ¿Le hace falta algún mérito artístico para hacer palidecer de dolor a los espectadores? Nada: le basta con ser esa masa informe que conmueve a las multitudes.
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4) Querida novela:Si de verdad te importa tanto la historia, ¿entonces para qué te pusieron novela?, ¿por qué no te llamas tradición oral, arte épico o aun poema narrativo, cine? Si la cosa es contar historias, ¿para qué te inventaron entonces, si ya se contaban -y muy bien- antes de ti? El hombre da cuenta de lo inmediato desde que el mundo es mundo, antes de que la palabra novela se pronunciara.
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5) La frase es de Hermann Broch: “Descubrir aquello que sólo una novela puede descubrir”. O bien: la novela es capaz de aportar una forma de conocimiento que está vedado para el resto de las artes. ¿Hay en esa frase una sobrevaloración de la novela, un esperar demasiado? No, porque si la frase de Broch fuera falsa, eso significaría que el cine, el teatro, la poesía, pueden emular la novela y, por lo tanto, sustituirla sin malestar alguno. De esa forma, el anunciado deceso de la novela apenas sería un acontecimiento menor, porque la novela no haría falta, no sería extrañada por nadie en un mundo donde es fácil que otra forma tome su lugar. Bajo ese razonamiento, la novela sería el hijo no deseado de una familia perfecta, que puede fácilmente olvidarlo o sustituirlo, porque su presencia nada tenía de especial, tanto que su muerte no importa. —Ya pueden llevarse ese cuerpo de la habitación— le dice la madre a los empleados de limpieza.
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6) Literatura infantil: no existe tal cosa. No al menos en el sentido en el cual lo usamos: Dahl, Tolkien, Ende, Lewis. Los mejores libros para niños son aquellos que nos recuerdan—a los niños y a los adultos—que la infancia es una época aciaga, cercana al juego pero inmersa en la fantasía de que existen las certezas. Más adelante, cuando la infancia no es más un recuerdo más bien difuso de una época acaso más irresponsable, nos damos cuenta de que no es fácil creer, que el mundo es intangible, aunque se le sostenga entre las manos. Mejor digamos literatura pueril, como la de Rowling, que entretiene, pero que soslaya la maldad inherente en cada corazón, cuando en cambio prefiere separar a los buenos y los malos en dormitorios distintos, como si se pudiera hacer tal cosa. ¿La Casa de Slytherin, la Casa de Gryffindor? No te engañes: el enemigo no está en el cuarto vecino sino acostado junto a ti. Pero ni pienses en desconfiar del compañero, en cuidarte las espaldas de la sangre hermana, porque con cada amanecer, el villano se aparece en el espejo donde te contemplas. Porque en nosotros está la oportunidad de todo lo bello pero también lo detestable, lo horrendo. Somos héroes capaces de resistir la tortura, pero igualmente pueden acusarnos de ser el delator, el esquirol, el falso. ¿Dónde están las escenas de cama en Hogwarts? Yo no sé una palabra de pases mágicos, pasajes secretos o bebedizos, pero en cambio sé que no hay un hechizo para conjurar las hormonas y el afán tenaz de la masturbación. Cuando los menores cierran el libro, Harry Potter se toca debajo de las sábanas, ansioso.
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8) Mario Vargas Llosa asegura en uno de sus ensayos (“Contar historias”, Letras Libres, julio de 2004) que “la primera e ineludible obligación de un contador es contar historias y no exhibir los secretos del arte de contar”. ¿Obligación? En la novela no hay obligación que valga, porque contar historias no debe ser un yugo, sino una posibilidad de tantas, una de los múltiples rostros de un arte que no acepta dogmas u obligaciones supuestamente ineludibles.
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9) En una sociedad en la cual la gente cree que el hijo resucitó al tercer día, subió al cielo y está sentado a la derecha del padre, ¿de veras será tan importante la verosimilitud?
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10) Cuento. Narración sujeta a un límite de tiempo impuesto por la tradición, lo cual por lo general arroja un número limitado de cuartillas, a diferencia de la novela, que puede ser copiosa y aun inconclusa, no importa, igual está permitido venerarla, como si se tratara de La Sagrada Familia, de Gaudí. En cambio el cuento coquetea con la perfección y abomina del exceso. Cuento y novela no son tan distintos como parece. Es común escuchar que la novela se preocupa ante todo por los personajes, por la creación de tipos humanos que de hecho pueden convertirse en la encarnación de los vicios y las virtudes. En cambio, el cuento estaría ocupado más que nada en la intriga, en la trama, en la labor de buscar el sobresalto del lector, su emoción y su sorpresa. Sin embargo, al cuento no le está negada la profundidad de la novela (como en Chéjov, “Colinas como elefantes blancos”, de Hemingway; “La condena”, de Kafka, El libro de los amores ridículos, de Kundera), sino que más bien está regido por una libertad bajo palabra, en la cual no le está permitido extenderse más allá de las fronteras de la novela corta. No puede tomarse su tiempo ni relajarse, no puede tomarse un respiro: está poseído por la urgencia y a ella le debe cuentas.
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11) Los cuentistas se quejan de que no los toman en cuenta, porque a las editoriales sólo les interesa lo que vende, es decir: la novela. ¿Pero no será que ellos mismos abominan del cuento y sus posibilidades? Y todo por contar historias, esa “obligación”. Entonces, he aquí un cuento corto: Érase una vez un cuento, capaz de la innovación y la sorpresa, pero que murió sepultado bajo la lápida de una historia. Y ese fue su fin.
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9 comentarios:

tu.politóloga.favorita dijo...

Interesante y cáustica reflexión. Nais.
saludos!

Manuel dijo...

Y tan tan...


Muy buen articulo

nacho dijo...

mi.politóloga, gracias por asomarte por aquí... ya fui a conocerte a tu ventana, nos veremos por ahí. saludos.

Manuel, estas reflexiones de tu tocayo me encnataron. Saludos.

Blas Barajas, escritor dijo...

Don Nacho he leí con mucho interés este escrito. Me ha gustado, me parece una reflexión que muchos debemos de hacer (muchos estudiantes porque no creo que el mundo esté muy interesado en esas cosas), yo quiero hablar de la veracidad. Resulta que yo creo que existe un pacto entre lector/texto y viceversa; aveces cuestionamos qué tan posible son los hechos que ocurren en el universo del texto, después del cuestionamiento resultado de la comparación Texto/ "realidad inmediata" hacemos convenciones: Maravilloso, Fantástico.... bueno, cosas tan aburridas como esas :D pero retornando a lo de la veracidad: creo que ésta es proporcional a la intención del texto, por ejemplo: la novela histórica... aunque no exista, completamente, dicha verosimilitud porque ésta se mecla con la ficción.

No sé si lo dije bien, o si esto va al caso, el asunto es que me resulta interesante sus reflexiones :D y también chistosas, en especial la parte de las telenovelas jojojo.

Saludoxxx

nacho dijo...

Blas: las convenciones existen porque debe haber puntos de donde agarrarse, de otro modo nuestras reflexiones, opiniones, estarían siempre a la deriva y sin puntos de referencia se extraviaría la memoria, nuestra memoria, luego entonces, las convenciones son en realidad acuerdos de la memoria.
Saludos.

nacho dijo...

(Por cierto, estas reflexiones sobre la novela son del Manuel Ll.)

Blas Barajas, escritor dijo...

completamente de acuerdo nacho, nos vemos

Manuel Llanes dijo...

Gracias por la generosidad. Nos vemos.

Carlos Mal dijo...

NO

Después de cuatrocientos años hay que empezar a olvidarnos de discutir cosas que no nos van a llevar a ninguna parte.

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