miércoles, julio 30, 2003

LA VICTORIA ES BUENA PARA EL ESPÍRITU

Hoy desperté con una cosa en mente: evitar a como de lugar otra estrepitosa derrota como la del miércoles pasado. Esa que la semana pasada vino a interrumpir una sórdida (perdón: sólida) cadena de triunfos, menores si ustedes quieren, considerando la estofa de mis rivales, pero triunfos al fin.

No hay nada mejor que ganar. Ganar es mejor incluso que competir, cualquiera con una pizca de honestidad en la sangre lo sabe; quienes compiten sólo aparecen en la lista, los que ganan reciben prestigio o reconocimento (y en ocasiones dinero). El cuento ese de que "lo mejor no es ganar sino..." lo inventó sin duda el jefe de la delegación olímpica mexicana en algún sexenio olvidado. El problema es que lo tomamos como lema nacional.

Hay quienes rehuyen a competir por el temor a perder. Esos se sienten derrotados de antemano aunque pueden alegar el comodino "yo juego por jugar" o alguna otra variedad de hipocresía. El temor a perder es un terrible mal que persigue a los competidores mexicanos en todos los órdenes, y es que ganar y lidiar con una victoria importante no es cosa fácil. Vean si no el caso de la mayor’a de los campeones de boxeo de nuestro país. Terminan idiotizados por el alcohol como si festejaran permanentemente una derrota insuperable, o, como Julio César Chávez, aplastados por su propia fama y perseguidos por Hacienda.

Por eso me impresiona Ana Gabriela Guevara porque ha descubierto como sobrellevar una carrera deportiva victoriosa. Bueno, también me impresiona cuando habla porque tiene una voz que mejoraría bastante la cuerda de los barítonos de mi coro. En una ocasion una competidora le preguntó: "¿Eres hermano de Ana Gabriela?" (¿Traería Axe?) Nadie es perfecto. Pero, bueno, si se trata de ganar estoy dispuesto a tolerar pequeños detalles como violar levemente las reglas (sin rayar en lo artero, pues).

Ahí tienen a la selección argentina; generalmente juega bien, tiene buen manejo del balón, dirección cerebral y excelentes individualidades, pero si la victoria está en veremos pueden convertirse en un equipo de puercos incorregibles, dispuestos a lastimar tobillos y espinillas, golpear sin descanso y, a espaldas del árbitro, insultar, escupir y provocar roces hasta sacar el tapón. Por eso han ganado mundiales y sus equipos son asiduos clientes de la Libertadores. Desde luego disiento de la forma en que los gauchos asumen la victoria: como si fuesen seres iluminados inalcanzables. Quizá por eso Dios jamás permitió que hubiese un rey argentino. ¿Se imaginan un ego entronizado?

Así que, con esto en mente, preparo ya la tiza y el taco para barrer con mis nocturnos rivales. Ya les contaré. ("Humphrey, ¿A quién carajos le importan tus competencias dipsomaníacas? -La verdad, no se-).

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