miércoles, mayo 18, 2005

LYOTARD, EL FIN DE LA EXPERMENTACIÓN O CUANDO EL GLOBALISMO ABSORBE AL POSMODERNISMO

No aleguen, las vanguardias artísticas representaron una expresión novedosa y cautivadora en la primera parte del siglo XX, pero la experimentación por la experimentación todavía no alcanzaba a identificar sus propias debilidades cuando el libre mercado absorbió a las vanguardias como si fuera una apetitosa receta judía de caldo de pollo. Ya saben: el libre mercado se llama, desde las últimas décadas del siglo XX, globalismo.

La negación de principios universales en materia de filosofía y de apreciación artística se tornó vulnerable tan pronto que rápidamente fue usufructuada por lo que se suponía combatir: la alienación capitalista. En el universo del “se vale de todo”, los valores del mercado terminan imponiéndose y definen el rumbo del arte, las modas, las tendencias sociales, los nuevos ritos sexuales, etcétera. No lo nieguen, la televisión es ya el medio de mayor impacto en la creación de los nuevos dogmas y creencias de la población mundial, contrario a lo que decía mi mamá: que era el futbol.

El dinero define el crucigrama de la contemporaneidad, engulléndolo todo. Si Walter Benjamin pronosticaba en 1936 el fin de la sacralizad de la obra de arte canónica por vía de la reproductibilidad (copias, reproducciones, ampliaciones, magia electrónica, etcétera), el resultado ha sido significativamente contrario. Los precios multimillonarios por obras pictóricas canónicas se elevan en razón proporcional al deseo posesivo que despierta su unicidad.

El propio Lyotard ha desentrañado e identificado una corriente posmoderna que resulta “antimoderna”. Desde la década de los 80s ha reiterado su llamado a terminar con la experimentación, en tanto ejercicio gastado. El conservadurismo “antimoderno” forma parte de la así llamada “mirada” posmoderna, una confusa mixtura de perspectivas diferentes, que constituye una de las razones por las que una definición sintética sobre lo posmoderno resulta imposible. La fragmentarización, la escasez de objetivos estéticos, el rococó de la tolerancia, el collage como supervivencia última y el apaciguamiento de la crítica en aras de lo “políticamente correcto”, son ingredientes ad hoc de la enorme pizza colectiva del globalismo.
Buen provecho.

4 comentarios:

Erika Mergruen dijo...

Más que postmodernidad creo que vivimos en un modernismo tardío, que no ha sido superado en muchos casos por ignorancia vil. Diría que globalizaciones ha habido varias, no hay una última y total (como ahora suponemos); somos una de tantas repeticiones históricas, con sus ismos propios pero repetición al fin.
Salud, Hump :)

. dijo...

Añadiría a lo de Erika, para mayor abundamiento, que como siempre, estas globalizaciones son absolutamente asimétricas, y por ende, plenas de injusticias.

Nos es lo mismo ser un "globalizado" del Primer Mundo, que de países emergentes.

Y si hay que apoderarse de bienes y haciendas de paises emergentes para sostener el bienestar primermundista, pues...¿¡Adelante! esa es la simple actitud pragmática de quienes por ejemplo, necesitan petróleo barato para mantener su way of life mientras siguen contaminando el planeta...

Sergio (de Spyyr)

. dijo...

Ahhh!
Me olvidaba...
Te hemos puesto en nustros enlaces...

Saludos argentinos para tí

Sergio (de Spyrr)

nacho dijo...

Erika, Sergio, gracias por asomarse a esta ventana de diálogo... el tema da para más, creo que volveremos a formas artísticas militantes y logocéntricas... BUeno, es para discutir.
humphreybloggart.