sábado, diciembre 03, 2005

CONSIDERACIONES SOBRE EL OBJETO SEX... PERDÓN, TEXTUAL

Al introducirnos en el universo del comparatismo literario, nos sorprende el adeudo que guardan unas con otras las llamadas literaturas. La historia de la literatura se ofrece como una larga y densa red de eslabones interdependientes en donde uno justifica al otro y el todo da sentido a cada uno. Así, desde el vasto dominio investigativo de la literatura comparada, podemos decir que la historia de la literatura es la historia de la intertextualidad.

Obras que podríamos considerar fundantes como los cantos homéricos o las Escrituras del viejo testamento, son reelaboraciones de crónicas, mitos y leyendas que los antropólogos se han encargado de rastrear con significativo éxito. A diferencia de la tradición oral, la materialidad del texto literario, el texto como objeto, posibilita la conservación de la memoria más allá de la existencia efímera de un individuo, una generación o una sociedad.

Por su parte, el objeto textual, en tanto objeto de representación de imágenes e ideas sobre lo abstracto y lo concreto, induce el ejercicio de la reflexión especialmente porque permite su relectura. Atendiendo a una consideración semántica, podemos decir que la reflexión, el reflejo, es, igual que la imagen en el espejo, la representación de un objeto comparándose a sí mismo. Sin embargo, en el complejo acto de reflexión, la mente humana somete a escrutinio un hecho, una imagen, una idea o una emoción presentes en la memoria, confrontándolos con otros hechos, imágenes, ideas y emociones, una forma pluriconexa de comparación.

Podemos aventurar que una característica intrínseca del texto es su aptitud de ser releído y no erraríamos en concluir que la relectura no es sino un ejercicio comparativo respecto de una lectura previa del mismo texto.

Jan Brandt sostiene que “la literatura produce literatura” y podríamos reelaborar esa afirmación en una más amplia pero no menos genuina: “la escritura genera escritura”. Las leyes son engendro de leyes precedentes; las constituciones refuncionalizan espíritus y formatos de códigos antiguos y éstos de mandamientos ancestrales; en el caso de la literatura esto se cumple de forma por demás demostrable.
(Continuará, porque estamos percatándonos de que hoy es sábado y no hay derecho para agriarle el día al sábado).

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