EL CÍRCULO

Aunque llegó echando bronca con su acostumbrado estilo bravucón y pese a que en una de sus juegos de manos y fintas echó sin querer nuestra cajetilla de cigarros en uno de los tarros con cheve, Braulio tenía razón en su alegato. Yo me quedé serio viendo cómo Javier escurría la cerveza de la cajetilla recién abierta de Benson mentolados con sus deduchos largos y afilados. Mauricio volteó a verme como diciendo "¿quién invitó a este cabrón?" La verdad es que nadie lo había invitado.

En la confusión, Braulio se moría de la risa; Mauricio hizo un furtivo gesto sugiriendo que aquél había vuelto a consumir coca, pero realmente no había forma de saberlo. Braulio dijo que Emilio había estado en lo cierto al señalar en la discusión de la tarde que Lukács era el intelectual más importante que había asistido al II Congreso Internacional de Escritores celebrado en España en 1937; Javier dijo sin convicción que André Bretón, y Mauricio nomás se rió. Yo sabía que aquel Congreso había sido clave en la historia posterior de la vida intelectual de Europa porque conocía las crónicas de Malraux al respecto y porque siempre me llamó la atención que la fundación Rockefeller hubiera financiado a Lukacs, Teodoro Adorno y a otros teóricos de filiación comunista.

Braulio seguía riéndose porque ahora le informaba la mesera que ya no se podía servir más alcohol en virtud del horario y del reglamento municipal. -Pues dame una "coca", -decía con doble sentido, de alguna manera una confirmación de lo que había sugerido antes Mauricio.

Entonces Javier dijo: "o nos vamos ahora o nos amanecemos aquí discutiendo estas pendejadas". La idea de quedarse no pareció entusiasmar a la mesera que veía constantemente el reloj, ansiando la hora de retirarse.

Vi mi reloj y le dije a Braulio que si por qué no seguíamos la parranda en su casa. Su negativa fue rotunda: había llegado su familia después de un mes de estancia en el DF. Entonces decidí despedirme de todos y largarme.

Cuando llegué a casa comencé a escribir este cuento.