viernes, diciembre 02, 2005

SOBRE UN TEMA DE EDILBERTO ALDÁN

Los rituales son prácticas inermes del ser; se filtran en nombre de una rutina recurrente como humedades sobreentendidas, se adhieren al subsuelo como el ancla de un barco que ha abandonado su propela. Son eso. Los rituales son pactos silenciosos que aceptamos o adaptamos a nuestros horarios y agendas sigilosas. Simpatizamos con ellos porque intuímos que viajan a un reino ajeno a lo inmediato. Quizá no lo sabemos, pero el ritual alcanza una fibra discapacitada de nuestro corazón. La prueba es su permanencia.
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___Mandela decía que el individuo no es sino trascendencia efímera y ese oxímoron es de los que se aprenden en la herrumbre rechinante de las prisiones, ahí la rutina es deporte extremo y es lugar donde muchos sucumben frente a sí mismos, lapidados de indolencia.
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___Nuestros rituales íntimos, detalles de familia, sandalias personales para el camino empedrado, nos sitúan en la Tierra; se meten en la memoria como una rémora generosa que ubica y da sentido pese a su apariencia parasitaria. El ritual nos une a otros; comunica seres de vidrio delicado -como nosotros- que no soportarían la condena de la indiferencia milenaria.
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___Rituales religiosos, rituales nacionales, ritual de carne y hueso que se anega en fechas que persuaden a los medios, en pliegues matutinos de familia que arrancan al olvido sus retrasos. Ahora que los mencionan, los rituales se me figuran un parafraseo oblicuo donde adeudan las soledades su silencio; un escandaloso mártir del pasado al que nosotros suponemos obediencia en medio de una orgía de incredulidad.
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