lunes, junio 30, 2003

CREDIBILIDAD Y CREDULIDAD

Es cierto, mi colonia, mi ciudad y mi país, se han convertido en un paraíso de promesas. Si los candidatos ganadores hicieran la mitad de los que proclaman, nos convertiríamos rápidamente en un país de primer mundo sin necesidad de Salinas; erradicaríamos la miseria en 15 minutos sin necesidad de Fox, y borraríamos las diferencias de clase, raza e IQ al primer conjuro de los flamantes gobernantes.

Los mexicanos somos crédulos por excelencia. La población sobrevive ávida de creer en algo. Creyeron en Salinas. Luego creyeron en Colosio. Después creyeron en el cambio que anunciaba Fox. Hoy buscan apasionadamente en quién o en qué creer. En México hasta los escépticos y los nihilistas se la creen: No hay nihilista que no haya comprado melate ni escépptico que no use condón.

Muerta la credibilidad, crece la credulidad. Desvanecida la ilusión, despierta el ilusionismo. La prestidigitación de los medios conduce las campañas políticas con velocidad pasmosa y el marketing se apodera de las siglas partidarias. Compite el maquillaje con el discurso y el look con el currículum. El debate se malogra frente al despliegue publicitario y los candidatos aprovechan la última semana del calendario electoral para sacar la ropa sucia y las tácticas underground; afloran los pleitos de familia y se escuchan patadas debajo de la mesa; mientras, las puñaladas traperas atiborran los bolsillos de los editores de la prensa nacional.

Acomodados ya al aquellarre de los medios, aguantamos hasta cuatro o cinco anuncios al hilo solicitando el voto en todas direcciones, y no causa mayor sorpresa ver la tribuna de la perra brava toluqueña convertida en plataforma partidaria del tricolor, ni ver el círculo central de la cancha del Azteca transformarse en el logotipo de algún otro partido. Ilusiones virtuales que sorprenderían al gran Houdini.

El voto popular no termina de creer que las encuestas de Reforma y las tendencias de Mitofski anuncien ya a los ganadores de la contienda del 6 de julio, claro, con la salvedad del misterioso +-5 puntos como margen de error. ¿Votan las encuestas? Respóndase ud. mismo votante elector. Qué suena más atractivo: ¿La credibididad o la credulidad?

Vencido el abstencionismo, votar o no votar no es ya la cuestión:

Creer o no creer, he ahí el dilema.

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