domingo, junio 08, 2003


LA PRIMERA ÓPERA BRITÁNICA FUE BARROCA

Se me pasaba. El viernes la socia y yo nos escapamos a ver la ópera Dido y Aeneas de Henry Purcell (1659-1695) donde participaron dos amigas cantantes: Bedita Moreno y Claudia Valenzuela. La producción estuvo a cargo de la Universidad de Sonora, bajo la dirección de la maestra Mónica Preux. Todos los cantantes-actores son alumnos de la licenciatura de canto.

Dido y Aeneas es una ópera en dos actos y se considera la primera ópera británica; compuesta en 1689 representa un capítulo destacado de la música barroca de aquella nación, siendo Purcell uno de los exponentes musicales más representativos. El desarrollo musical de la obra evoca las melodías y armonías características del renacimiento, puestas en un plano polifónico más complejo y rico en giros musicales. Desde luego, Dido y Aeneas no presenta las exigencias vocales de la ópera belcantista del siglo XIX -italiana o alemana-, y su interpretación parece conformarse con bellas armonías corales y juegos de voces bellas aunque blancas.

La trama se disuelve en la mitología griega. Justo es decirlo, el resumen que aparece en el programa está fatal, parece una traducción insalubre de un texto en inglés.

Dido, reina de Cartago vive infeliz y marchita a pesar del auge de su imperio. La predicción le dice que tiene que aceptar el amor de Aeneas, héroe militar, para salvar a Cartago y restaurar a la destronada Troya. Aunque Dido se siente atraída por Aeneas, eso no le parece motivo suficiente para aceptar una relación impuesta por el oráculo. Aeneas persiste en sus afanes amorosos. Mientras, unas brujas que parecen sacadas de la pluma de Shakespeare conspiran para ejecutar la quema de Cartago, la Reina y su amante. Las hechiceras envían a un Mercurio falso a ordenar a Aeneas partir esa misma noche a Italia; el héroe monta en cólera (que frase tan original) al verse obligado a separarse de Dido, quien finalmente lo ha aceptado.

Obligado presuntamente por los dioses, Aeneas se alista para zarpa a su destino; las brujas se vanaglorian del éxito de su conjuro. En un acto de rebeldía, Aeneas le dice a Dido que está dispuesto a desafiar a los dioses para evitar separarse, pero Dido, devota creyente, se inclina por la obediencia y suplica a Aeneas que se marche. Confundido, el militar se marcha. Dido regresa a su palacio donde se suicida completando la tragedia inducida. "No me olviden, pero olviden mi destino", canta en el aria de autoinmolación. La ópera finaliza con un elocuente coro de lamentación.

Para quienes han visto algún guión de Quentin Tarantino en la pantalla, disfruten de las películas que reciben Óscares o hayan visto alguna obra de Shakespeare adaptada para cine, las tragedias griegas y sus derivados pueden resultar digamos ingenuas o poco atractivas, sin embargo, estas obras debemos apreciarlas, sugiero como experimento, como si fuésemos parte de un público de su época, si bien no renunciamos a calificar una obra desde la ventajosa perspectiva de nuestra actualidad. Ambos criterios nos darán sin duda una opinión más generosa y certera del pasado.

¡Felicidades Bedita y Claudia, además son buenas actrices!

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