TAN DIFÍCIL QUE ES ESCRIBIR
Hace tiempo me tocó participar en un curso de novela que impartió Mario Bellatin aquí en Beautyfulville. Al curso se inscribieron noveles poetas, fanzineros, escritores locales, maestras de literatura, periodistas con aspiraciones, mujeres activistas que abandonaron las telenovelas por la política, y otros especímenes menos ubicables (yo incluído). Conforme pasaban los días, el grupo se iba reduciendo en razón proporcional al ánimo de Mario quien, para colmo, tuvo que marcharse intempestivamente al enterarse de que una tormenta había derrumbado el techo de su casa de campo, allá por el rumbo de La Marquesa en la carretera México-Toluca. Por esos días de febrero del año pasado, el escritor de Salón de Belleza recibió un notición: había sido declarado ganador del premio X. Villaurrutia, libro del año, (2001) por su novela Flores. 75 mil pesos es el monto del premio, una cantidad suficiente para poner de buen humor incluso Pedro Ferriz (padre).
Mario regresó a concluir el curso y, de paso, a presentar su recién laureado libro en la feria local del libro (increíble, también aquí hay feria del libro). En una de las charlas que tuvimos con él, alguien le hizo una pregunta de rigor: ¿el escritor nace o se hace? Bellatin no lo pensó, el escritor nace, dijo ("el que es escritor es escritor", palabras textuales), aclarando que hay que darle su pulidita, sin suponer que escuela alguna vaya a "crear" escritores. Luego dijo que su Escuela Dinámica de Escritores no se compromete ni siquiera a dar un certificado de estudios y que los inscritos en ese centro eran advertidos de que iban ahí a aprender algunas cosas pero que no guardaran esperanzas de que ahí se convertirían en "escritores".
Algunos de los que escuchamos sus argumentos pusimos cara de ya valió, pero evitaba que nos desmoronáramos como castillitos de arena otra pregunta: ¿Quién es el que decide si alguien nació o no escritor?
Puede darse el caso, y seguramente lo hay, de que alguien talentoso, no tan suertudo como Kafka, haya pasado a mejor vida sin que sus manuscritos se hayan conocido o publicado. Igual existe los frecuentes casos de aquellos escritores de oficio que escriben y publican sin pena ni gloria, cuyos saldos y libros remanentes van y paran a las librerías de viejo hasta volverse alimento de comejenes y polillas sin que nadie vuelva a reparar en ellos jamás.
Seguramente Mario no escribió Flores pensando en ganar aquel premio; lo decían sus constantes interrogantes, que siempre resultaban un arma de dos filos: ¿y para qué quieres escribir?, "pues para publicar mis escritos" ¿y para qué quieres publicar?, "para que me lean", ¿y para qué quieres que te lean?... ... ... así, te llevaba hasta que no tenías respuesta a su incisivo cuestionario. Escribe... simplemente escribe, trata de elaborar un argumento y busca que ese argumento no tenga contradicciones insalvables, que sea creíble y original. Nunca escribas lo que la gente espera leer. Si lo haces, entonces mejor escribe y guarda tus textos en un lugar seguro. No escribas por snobismo o por obligación. Escribe si tienes algo que decir.
Estos cuestionamientos, sencillos pero mordaces, son los que me llevan a pensar que escribir no es en sí algo difícil. Escribir con calidad literaria es lo difícil y lo terrible es que el oficio que enseña la academia es acaso un mínimo porcentaje del necesario. El tiempo, más que los jurados de los concursos anuales, habrán de abrir o cerrar las puertas de la literatura a los talentos potenciales que se atreven a sonar el timbre. Apúrale.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario