miércoles, junio 11, 2003

NOTICIAS DE ULTIMA HORA: MIENTRAS YO ANDO OCUPADO, UNA CRIADA APROVECHA PARA GOLPEAR A UN NIÑITO

Hoy me andaba yendo de la fregada. Parecía que ninguna muchacha estaba dispuesta a hipotecar su futuro a cambio de una bella bolsa de piel y muchas damas de la segunda edad me hablaban de graduaciones, compromisos y vacaciones en vez de simplemente decir: no, amigo, no deseo ningún artículo de piel. Indirectas así, como esta última, las entiendo mejor que la sarta de pretextos que urde la gente para zafarse de mi verbo mandiniano (N. de la R. referente a Og Mandino). Recorrí más rutas comerciales que Marco Polo y el circo de Kiko juntos y me acabé los cien pesos de gasolina que había puesto ayer. A Dios gracias, cuando caía la tarde me tope con un grupito de secretarias que parecían haber sido reunidas para mí por la Providencia. Viendo que era la última oportunidad del día, eché mano de mis mejores argumentos mercadosocráticos, empleé pulcras analogías (sin doble sentido) sobre la importancia de saber portar la piel, hablé de la sutil conveniencia de comprar chamarras de cuero en pleno verano y ¡zas!, cayeron redonditas, ¡todas compraron!, excepto una pobre recepcionista de una clínica de angiólogos al borde del destierro por falta de clientela, en cuyo rostro (el de la recepcionista no el de los angiólogos) se podía ver que tenía comprometido todo su sueldo hasta la segunda quincena de octubre. Cumplida mi misión del día, habiendo enderezado la curva descendente de las ventas de la incipiente semana, redirigiendo su orientación (la de la curva no la de la semana), redirigí también la mía y tomé rumbo al Oxxo más cercano donde compre 3 botes de TKT de 16 onzas, mismos que yacen ahora vacíos aquí junto al monitor.

Antes de escribir esto hice algo que dejé de hacer hace meses: ver las noticias de López Dóriga. Me impactó sobremanera el testimonio en video de una gatúbela que golpea sin misericordia al bebé de un año que sus patrones le encargaban. El señor sospechaba que la damisela daba malos tratos a la creatura y montó la grabación clandestina. Yo recuerdo que mi mamá nos pegaba más fuerte que esa señora, la verdad, aunque, eso sí, ya teníamos unos 10 años (y no guardo video). El chamaquito soportaba trancazos, cachetadas y coscorrones con objetos, además de quemadas de lengua y jalones descomunales. Se veía gacho el video, en serio. Lo malo, la casaservidora fue llevada ante la justicia sin mucho éxito pues salió libre pagando cinco mil pesos de fianza ya que los cariñitos aquellos no se consideran un delito grave. Lo peor, que las imágenes del video no son nada comparadas con los golpes, amenazas, violaciones y tortura sicológica que padecen un 12 % de los niñitos mexicanos, de los cuales un 90% son ejecutados por sus propios familiares (todo esto lo dijo López Dóriga, no yo). Yo lo que digo es que la muchacha golpeadora, a juzgar por la casa donde fueron a entrevistarla, debe haber tenido una infancia no muy próspera que digamos, una educación un tanto alejada de la Ibero o el Tec de Monterrey, y con usos y costumbres propias de los indios chiapanecos y otras tribus del Amazonas. No son modales que yo justifique, pero no perdamos de vista el contexto. Está bien que los legisladores le metan torniquete a las leyes y establezcan sanciones más severas en algunos casos, pero no chinguen, busquen acabar con la pobreza (la del pueblo, porque los legisladores ya empezaron esta tarea sólo que empezaron combatiendo la suya -su pobreza no su tarea-).

En fin, creo que ando deprimido: por segunda ocasión consecutiva estoy hablando de los legisladores, esa especie saprófita y recurrente (perdón Jefe Diego, Roque y Pablo Gómez, no lo digo nomás por ustedes).

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