lunes, agosto 11, 2003

HOLLYWOOD HOY DÍA

Detesto los radicalismos aunque este post quizá adolezca de ello en algún grado, espero disculpen. Por la tarde vimos "La vida de David Gale", estelarizada (uh, palabrota), por Kevin Spacey, Kate Winslet y Matt Craven, entre otros (como Gabriel Mann que interpreta al convincente y ambiguo abogado de Gale).

Alan Parker dirige el filme y maneja con inteligencia la frontera de lo políticamente correcto en un desplante propagandístico típico del Hollywood actual. No debe extrañarnos que esta producción reciba reconocimientos de "la academia" (el Óscar, pues). Filmes como éste se proponen reafirmar la independencia ideológica de los artistas respecto de las esferas dominantes. Espejismos. Comoquiera, el filme vuela por debajo de "Mississippi en llamas" y "Expreso de Medianoche", ases de la baraja parkeriana.

La trama gira en torno a la pena de muerte en el mismísimo estado de Texas, y nos presenta los lastres ideológicos de la sociedad estadunidense de la segunda mitad del siglo XX: Una población idiotizada y prejuiciosa apoya al gobernador (un Bush cualquiera) en su obstinada defensa en favor de la pena capital, las "minorías pensantes" fracasan una y otra vez en abolirla. Gale hasta polemiza por televisión con el gobernador (Los medios no tienen partido: !Viva la democracia!). Por cierto Gale pierde el debate, guau, que héroe, se da el lujo de perder. (Bueno, lo que pasa es que el gobierno gringo es invencible, ¡entiéndanlo por favor!).

El (anti) héroe, David Gale, es un maestro universitario con IQ sobresaliente que combina el activismo militante con su fracaso matrimonial; se tira al alcohol (qué extraño); el arquetipo de la familia feliz con su hijito está hecho mierda; Gale se tira a una de sus alumnas problemáticas que luego lo exhibe "quemándolo socialmente; Gale pierde el empleo, el respeto y, de paso, corrobora que hasta sus amigos lo traicionean y votan contra él en el consejo universitario (en el fondo, son conservadores disfrazados de liberales, hablan como Newpoetists y adoran libelos equivalentes a La Jornada -guau-).

En el colmo del patetismo, Gale encuentra en su colega activista Constance a la fiel camarada que todos anhelamos, aquella que lo apoya en las buenas y en las malas (especialmente en las malas porque -oh Dios, como lo permitiste- resulta que Constance padece una leucemia fulminante).

Constance es encontrada muerta en extrañas circunstancias: asfixiada, esposada, desnuda y con rastros de semen de Gale. ¡Recórcholis!, Gale no perdona ni a las leucémicas en estado terminal. Entonces los poderosos reflectores de la ley iluminan la figura sospechosa de nuestro héroe David que, oh caprichoso destino, enfrenta un juicio sumario que paradójicamente lo condena a la pena de muerte.

Todo esto, narrado de forma inteligente, pone a la Winslet, periodista acuciosa, en el umbral de los condenados a obtener la entrevista póstuma de Gale. Y es ahí donde vemos que las cosas no son lo que parecen. Gale no mató a Constance, no obstante las pruebas espermáticas que encontaron en su cuerpo (en el de la sexualmente inactiva Constance, no en el de Gale) abatido parecen ser definitivas.
Hay una cinta misteriosa. Bitsey Bloom, la reportera, encuentra suficiente honestidad en el relato de Gail encarcelado como para suponer su inocencia. El problema es que anda indagando ya al cuarto para las doce (cuando Gale está a punto de ser vacunado con tamaña jeringota allá en el presidio) y logra encontrar la cinta que delata (aparentemente) que no hay tal asesinato sino el estudiado suicidio de Constance. Un suicidio que, sin embargo, inculpa a Gale y lo lleva al moderno cadalso de la inyección letal. Gale es ejecutado cuando la periodista está a punto de aparecer con la cinta reivindicadora y, en su inmolación, se pone al descubierto que la pena de muerte no es infalible. Un hombre inocente es asesinado y la ley muerde el anzuelo de la equivocación. Ahora La Autoridad debe pagar su culpa y abolir la pena de muerte (cosa que aún no se generaliza en lo E.U.)

Nuestra periodista es presa del peor sentimiento de culpa sufrible pues, de haber actuado a tiempo, hubiera podido salvar la vida de David Gale. Así las cosas, Gale, que todo lo previene, deja una copia de la cinta del suicidio donde al final aparece él mismo "asistiendo" (y filmando) el suicidio. Sí, Gale ayudó a que Constance muriera y montó una farsa para ser inculpado siendo "inocente". Ambos aceptan el martirio en aras de lograr lo que en vida no pudieron: abolir la pena máxima (no es el penalty).

Joi, joi, joi... y ¿cómo es que Gale se arriesga a dejar la cinta delatora a una reportera que apenas conoce? ¿Qué garantía había de que la reportera, tan comprometida con la verdad como se nos presenta, no sacara todo a la luz pública y echara por tierra el calculado martirio, o, al menos, de que una tercera persona se hiciera de la cinta? ¿Era otro arranque romántico de Gale el evitar la culpa en Bitsy? No lo sabemos de cierto. Lo que sí es un hecho, es que esta película va dirigida a despertar lágrimas de plástico en una sociedad que cree más en los horóscopos y en el Loto que en las bondades de su promisorio futuro. EU es un estado fascistoide en el que las minorías rebeldes son un elemento decorativo.

Envuelta en envase liberal, el ilusionismo escurre de Hollywood hoy en día con la misma facilidad con que en los 50s los filmes de vaqueros retacaban las salas. Es cierto, los hilos de la ideología son ahora más sofisticados, pero la chabacanería políticamente correcta es la misma. ("¿Ya terminaste, Humphrey?, porque ya me estoy durmiendo" -Duérmete, nunca aguantas una discusión, siempre sales con 'qué buena película'-)

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