domingo, agosto 31, 2003

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DOMINGO PLÁCIDO

¿Saben que pasó hoy? No lo saben, ¿verdad?. Yo tampoco, pero el día se esfumó como si nada. Sigo leyendo novela del siglo XIX y algunos poemas de Miguel Hernández: El niño yuntero se salvó por un pelito de terminar como un volante de propaganda. Me gusta de todas formas porque me recuerda que algunos poetas mueren jóvenes y se llevan un costal de promesas sin germinar. El lirismo de Hernández no suena acartonado a pesar de su obsesión métrica, sus imágenes son sensibles porque apelan a la desgracia, al determinismo o a la muerte misma. Romancillo de mayo, por ejemplo, es un girasol enmedio de la nieve, nos sorprende verlo brotar en una estación que no le corresponde; el hecho nos distrae y dejamos pasar desapercibida su belleza. Así es Hernández, su poesía nació atada a la necesidad y al fatalismo militante; su fruto, un baúl de sorpresas tristes.

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