jueves, agosto 28, 2003

LITERATURA Y POLÍTICA

Reaparecen en mi tag, ese ojo de cerradura, anónimos comentaristas simulando agudeza. En algún momento dije que no respondería a aquellos que se esconden detrás de un seudónimo embozado. Vale la pena lo que dicen tanto como lo que digo yo: casi nada. Así que si desean dar opiniones o hacer crítica pues qué bueno, pero háganlo a la luz del día y arriesguen por lo menos una uña.

Unir tres palabras, varias frases o algunos párrafos es un placer en sí mismo si se hace con honradez. Además, si nos es dado colgar a nuestros muchas veces pobres textos alguna idea discutible, pues mucho mejor, algunos blogueros-lectores apreciarán por lo menos el esfuerzo.

Volviendo a E. Zola, respeto la insistencia de J. Mayhew de disernir entre la calidad de la obra y el compromiso político del autor. En lo personal, reitero que no existe la una sin el otro, especialmente si consideramos, en este caso, los malestares intestinos que agitaban a Francia, las asechanzas externas y la disfunción orgánica del viejo colonialismo. La batalla que libraban artistas y literatos progresistas versus sus contrapartes representantes del ancient regime y portavoces del conservadurismo, no solamente incide directamente en forzar la búsqueda de nuevos "estilos" de expresión artística en realistas, naturalistas y expresionistas, sino que, en buena medida, condiciona también la temática que abordarán poetas, novelistas y pintores.

El "J'acusse" en el "affaire Dreyfuss" es el remate periodístico de Zola a una sostenida práctica periodística en favor del republicanismo y de algunas vanguardias artísticas. Es también una defensa intrínseca de la verdad frente al simulacro, de la dignidad nacional frente al oprobio, y de la integridad personal frente a la autoritarismo efímero. La historia concede la razón al escritor, una razón que su sentido de trascendencia ya preveía.

No debe sorprender que la "República de las Letras" gala haya rehusado sistemáticamente a aceptar al autor de Naná como miembro de la Academia Francesa, antes había negado ya el ingreso de Moliére y Balzac. De risa: el genio vituperado por la burocracia literaria. Bien hizo Flaubert en desdeñar condecoraciones dudosas.

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