miércoles, julio 19, 2006

HABLANDO EN SERIO
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___Hablando en la intimidad de la cafetería, él le preguntó si sudaba cuando hacía el amor. La pregunta en apariencia simple parecía contener otras preguntas, especialmente considerando que apenas se habían conocido y que el tema del sexo no suele abordarse con semejante ligereza en la primera cita. No obstante, ella tomó la pregunta con mucha naturalidad mientras se cuestionaba instantáneamente si él pretendía parecer atrevido y liberal, o si simpremente era el típico despistado que deseaba pasarse de listo. ¿Abajo o arriba?, respondió ella. El miró sus ojos fijamente y, reponiéndose de la impresión que le causó la velocidad de la respuesta, tomo aire y dijo: parados. Ella pareció molestarse al pensar en tener que contarle sus padecimientos de cadera y su dificultad para hacerlo en aquella posición, pero mantuvo la ecuanimidad, asumió un tono de solemnidad y agregó: mira, lo cierto es que cuando hago el amor me convierto en una persona distinta. Entonces fue que ella se sorprendió porque él no dudó en decir: entonces es con esa persona con la que debí haber tenido esta cita, y sonrió con malicia. La conversación parecía tomar un rumbo definido y definitivo que en ese momento le sonó a ella demasiado apresurado y no pudo reprimir el recuerdo de sus frustrados encuentros amorosos de secundaria, le molestaba suponer que él era simplemente un tonto desbocado. Ocurre que ella no acepta citas, dijo entonces, refiriéndose a ella misma. Bueno, eso no es problema, si tuviera su teléfono yo la convencería. Ella se rió socarronamente y adelantó: Entonces, esto querría decir que tú y yo no volveríamos a vernos, ¿verdad? No lo sé, depende. ¿Depende de qué? Depende de si tomas demasiado en serio mis preguntas. La charla se vio interrumpida por la llegada de dos humeantes capuchinos. ¿Desean ordenar algo más? Él giró su mirada cediéndole a ella la respuesta que no fue otra que: Sí, por favor permítame un papel y una pluma. Al momento, dijo la camarera y se retiró. Bueno, hablando en serio, pues, ¿de verdad quieres su teléfono?, te lo voy a dar. ¿Podré hablarle por la tarde? No lo sé, inténtalo. La camarera trajo el papel y la pluma y ella anotó un número. Tomaron el café sin decir mucho, luego se despidieron. Voy a hablarle, dijo él al final. Por la tarde marcó aquel teléfono. Luego de varios intentos, una voz masculina le respondió: "Funeraria San Mateo". Fue entonces que se percató de que no sabía por quién preguntar y no acertó sino a decir el nombre y apellido de "ella". Disculpe, señor, debe estar confundido, esa persona fue cremada ayer por la mañana. Se quedó en silencio, intentaba dilucidar si había sido objeto de una broma o si había caído en una trampa; el número telefónico no podía ser fortuito porque identificaron, pese a la extraña circunstancia, el nombre de "ella". Colgó, se dio media vuelta y se marchó pensando que alguien se había pasado de listo. "Arriba o abajo", recordaba nítidamente.
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5 comentarios:

Guffo Caballero dijo...

Saludos! Me gustó, jajaja. Yo sí sudo de a madre, pero no sería lo primero que preguntaría en una cita, jajaja.

Manuel dijo...

- Sudas ?
- No.
- Entonces... de follar ni hablamos, no ?

nacho dijo...

saludos maese Guffo: jajaja, yo sudo, tu sudas, ella suda, nosotros sudamos... je.

Pinche Manuel, jajajaja, follar siempre me ha sonado como coger entre el follaje. Je, saludos.

Beatriz dijo...

Muy bueno, pero mucho.
Me gustó cada giro de tuerca en la historia.

Manuel dijo...

Me da pena poner coger....