jueves, septiembre 21, 2006

EL TANCREDO: TOROS Y FUTBOL
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___España ha sido siempre lugar de consagración de toreros y futbolistas. Desde Frascuelo y Gaona hasta Dominguín y el Cordobés, desde Zamora y Di Stéfano hasta Xabi y Raúl, los ruedos y los estadios han visto hervir la sangre de un pueblo que se casa con sus ideas hasta la muerte.
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___A principios del siglo XX, cuando la tauromaquia era en España el deporte nacional que caldeaba los ánimos populares, el futbol comenzó a escribir sus propias leyendas y no es de extrañar que toros y balón se tocaran en algún punto.
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___Faltaba poco para que concluyera el siglo XIX cuando hizo su debut en plazas hispanas el acto protagonizado por don Tancredo López, “el rey del valor”. El espectáculo consistía en recibir la salida del toro, parapetado en un pedestal con suicida estoicismo, a manera de estatua. Si Tancredo se movía el toro lo embestía con consecuencias funestas; si permanecía inmóvil, el toro, en el último momento, eludía al valeroso Tancredo. La suerte, ese potencial encuentro con la muerte y sin duda un precedente del deporte extremo, erizaba los cabellos de la afición que enmudecía en el momento supremo. Con el tiempo, y aún hasta la fecha, la suerte que desde entonces lleva el nombre de “el Tancredo” ha sido emulada por apenas un puñado de arriesgados toreros.
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___Mayor descarga de adrenalina no se podía esperar… hasta que llegó el futbol, esa modalidad del hipnotismo.
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___A comienzos del siglo XX, el mítico portero Ricardo Zamora, eterno guardameta del Español de Barcelona de aquellos años, conocido por la reciedumbre de su juego y el nervio inamovible de su talante, rechazó potentes disparos de sus rivales con diversas partes desde una sólida posición de estatua. Zamora observaba el ángulo y dirección del disparo y si calculaba que la pelota rebotaría en su cuerpo, entonces se convertía en mole humana de granito y esperaba, volteando la vista hacia otro lado, que el balón se estrellara contra su humanidad como si nada. Un gesto que no se veía desde que los gladiadores del circo romano ejecutaban a sus rivales, caídos ya sobre la arena, sin verles el rostro.
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___Esta jugada, si se nos permite llamarla así, fue bautizada por la prensa de la época como “el Tancredo” y fue atribuida con toda justicia al legendario Zamora.
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___Tiempo después, algunos porteros intentaron imitar a Zamora con trágicos resultados. Quizá la modernizada elaboración del balón, su nueva consistencia y los cambios en su peso volumétrico hicieron que cálculos semejantes a los que podía acceder la templanza de Zamora fuesen soberanamente imposibles.
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___Quizá la descripción que nos regala Eduardo Galeano del arquero ruso Lev Yashin, fuese el mejor acercamiento a la congelada imagen de Zamora: “Él solía parar los disparos fulminantes alzando una sola mano, tenaza que atrapaba y trituraba cualquier proyectil, mientras su cuerpo permanecía inmóvil como una roca. Y sin moverse, también podía desviar la pelota con sólo echarle una mirada” (El fútbol a sol y sombra. 134). Pero Zamora no movía ni una pestaña.
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___La anécdota queda como un dato curioso de la historia del balompié mundial, ojalá que Galeano la agregue a su amable repertorio.
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