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HAY QUE LEER A ALFONSO REYES DESDE LA SECUNDARIA
Cuando no tengo nada que escribir me gusta recordar a Alfonso Reyes. Pienso en la cantidad de cosas que ese hombre tenía en mente cuando abordaba algún tema y en la larga fila de temas que siempre tenía haciendo cola antes de pasar al papel. Su larga vida le permitió abordar más temas de los que uno pudiera acaso imaginar y seguramente nunca se enfrentó a la idiotez de no tener nada de que escribir.
Un maestro de la secundaria solía decir que aburrido es pariente de aburrado al referirse al tedio manifiesto de sus alumnos. Aquellos que se dicen presas del aburrimiento, alegaba, no hacen sino exhibir la debilidad de su ingenio, la mala calidad de su formación familiar y quizá algunos síntomas de mala nutrición. En privado, el maestro animaba a sus pupilos a evitar caer en la tentación de masturbarse varias veces al día, como si tal práctica fuese la causa más profunda de la pesadez mental que conlleva el aburrimiento. En determinado momento se supo que ese maestro había embarazado a la secretaria de la escuela. Meses después, accedió a darle el nombre al hijo de aquella relación extramarital y todas esas cosas legales de las que no puede escapar un maestro de secundaria en circunstancias análogas (el juez lo persuadió de que era mejor darle el apellido). Así, los alumnos aprendieron que existen otros medios eficaces para combatir el aburrimiento. El maestro ya no volvió a hablar sobre el tema de la masturbación con sus alumnos. La secretaria dejó la escuela y encontró trabajo en una joyería. Yo, por mi parte, decidí que lo mejor era graduarme.
Ven, nomás me pongo a pensar en Alfonso Reyes y se me ocurre un torrente de pendejadas. Lean a Reyes.
¿Qué hora es?
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